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Sunday, February 11, 2007

MAS SOBRE EL MAIZ

Que sobre el maíz
Agricultura redituable

Ernesto Julio Teissier
Decía uno de los de mi pueblo que hay una diferencia de barranco azul entre los que de dos maneras diferentes tratan de vivir del campo: los que siembran y los que pastorean. Las razones de aquel sujeto: “Andas mal, compadre, y si no lo crees, acuérdate de las raíces griegas: agricultura viene de agrio, de boca amarga, de bilis; ganadería viene de ganar, de dinero en la bolsa”.

Semejante profundidad filosófica tampoco ha llegado a quienes timonean la vida nacional: no sólo es la ganadería en México una actividad a la que se mira con suspicacia, sino que a la agricultura la ven como un problema político, no económico: como algo que debe producir votos, no granos.

Esa mirada medio miope y estrábica de nuestros gobernantes ha vuelto a primer plano por la maniobra monopolista de los acaparadores de maíz.

México salió de su Revolución comandado por militares, no por políticos y menos por gente que supiera de agricultura. Al principio de lo que se llama “la vida institucional del país”, llegó al poder el primer presidente priista: Lázaro Cárdenas del Río. El conflicto armado había terminado ya, pero no la agitación social. El Ejército daba muestras de inquietud y descontento, y para aumentar su popularidad Cárdenas se mostró partidario atrabancado del ejido.

Otro de los generales revolucionarios, Plutarco Elías Calles, hizo durante la campaña electoral en San Luis Potosí una declaración que los biógrafos de la Revolución han evitado publicar, palabras más o menos: “El ejido es un experimento y como tal se le debe tratar: si tiene éxito, debemos abrazarlo, fomentarlo y darles a los ejidatarios las ampliaciones de tierras que pidan; pero si es un fracaso, no veo por qué la nación tenga que pagar nuestras fallas”.

Cárdenas sintió que aquello había sido un ataque, un sabotaje y una deslealtad. Llegó a la presidencia en 1934 y en 1936 mandó poner al general Calles en un avión que lo llevó a Los Ángeles, al destierro, donde murió. Su “triunfo” sobre el general Calles, mezclado con la necesidad que sentía de más apoyo popular, lo llevaron a realizar el reparto agrario y a consagrar al ejido en la Constitución, como “inembargable, intransferible, inajenable e imprescriptible”. De allí empezaron muchas de las desventuras de México.

Cárdenas nunca supo de agricultura y en el campo mexicano vivía entonces la tercera parte, o más, de la población del país. Y para atraerse a esa enorme masa de voluntades, el general repartió las haciendas y los ranchos que eran latifundios o que los agrónomos a su servicio le decían que excedían de 100 hectáreas. Él o los sucesores que tuvo entregaron a tres millones de ejidatarios más de cien millones de hectáreas, en calidad de propiedades “inembargables, intransferibles, inajenables e imprescriptibles”. Había, o se inventó al vapor, un Banco Ejidal, pero estaba impedido para hacerles préstamos a los ejidatarios, aun a los que tenían tierra con títulos, porque éstas no eran garantía de sus adeudos.

El general Cárdenas se hizo de asesores que supieran de agricultura, pero había muy pocos agrónomos y echó mano de los “agrimensores”, que sólo sabían usar un teodolito y medir las superficies. Personajes como César Martino y Marte R. Gómez, ampliaron y profundizaron las decisiones catastróficas del general Cárdenas.

Así, el país iba a la ruina, y llegó y allí estuvo varios sexenios, mientras los abogados encontraban huecos en la ley, y los políticos imaginaban negocios puercos.

Se empezaron a descubrir maneras de burlar a la Constitución y de darles a los ejidatarios oportunidad de vender sus tierras, que en muchos casos fueron compradas por empresas dedicadas a urbanizar y a fabricar montañas de dinero. En el sexenio pasado se liquidaron, por primera vez en la historia, las importaciones de maíz, que habían llegado a 450,000 toneladas anuales y se redujeron a menos de 15,000.

Ni el presidente Fox ni su secretario de Agricultura fueron magos. Su política fue simple: darles a los agricultores acceso a semillas mejoradas, agua de riego, créditos y con ellos tecnificación y mecanización de las tierras. Allí estábamos cuando sobrevino el alza de las tortillas, empujada por los acaparadores de maíz y los azuzadores electorales de los partidos de oposición.

Hemos vuelto a importar maíz, pero para destruir la maniobra de acaparadores y monopolizadores del maíz. Lo razonable sería impulsar la producción nacional: que sobre, que ya se venderá en los mercados del mundo, pero que los especuladores no tengan pretexto para causar problemas sociales.— México, D.F.

eteissier@stx.rr.com
Saludos cordiales
RODRIGO GONZALEZ FERNANDEZ
CONSULTAJURIDICACHILE.BLOGSPOT.COM
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Santiago, Chile

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