Cada Presidente tiene su particular forma de gobernar. Cuentan que el ex presidente Lagos tenía todo un equipo en el segundo piso, con el que confirmaba y chequeaba sus decisiones antes que con sus ministros, y que encargaba a distintos equipos las mismas tareas para poder contrastarlas. Era un Presidente sumamente desconfiado con su entorno.
Del ex presidente Frei, dicen que vivía en el Olimpo (lo cual no significa que no supiera todo lo que pasaba), pero en su estilo más gerencial (incluso más de lo que se dice de la actual administración) de gobernar, se contaba que llegar directamente al Presidente era casi una misión imposible.
Con estos estilos de gobernar, el ex presidente Lagos tenía ministros siempre en competencia y los del ex presidente Frei tenían bastante poder real.
El único que nunca pierde con el estilo presidencial, y que no es posible clasificar en los grupos señalados, es el ministro del Interior, de quien me atrevo aventurar que de no pasar algo realmente extraordinario, nunca dejará su puesto como jefe de gabinete, por la sencilla razón de que es el único preparado —para bien o para mal— para sobrellevar con éxito el estilo de trabajo del Presidente, con todas sus virtudes y defectos.
El presidente Sebastián Pinera también tiene su especial forma de gobernar y al igual que los ejemplos anteriores ese estilo nace de las reacciones emocionales y políticas más profundas de cada uno y, por lo tanto, son casi instintivas e imposibles de modificar.
¿Cuál es el estilo del Presidente Piñera? La audacia, el tomar riesgos y una confianza ciega en sus capacidades que le hacen casi imposible el poder delegar.
Así las cosas, lo más constante en su proceso interno de toma de decisiones es la de recurrir a constantes "golpes de timón".
La pregunta que cabe ahora es si este estilo es mejor o peor que otros estilos posibles.
Para ser francos, no sé la respuesta. El estilo del Presidente Piñera es una de las formas posibles de gobernar. Como dice el conocido refrán: "No importa si el gato es blanco o negro, lo importante es que cace ratones". Y el presidente Piñera ha demostrado que muchas veces los caza en forma espectacular, pero en otras oportunidades, se le escapan.
¿Quiénes son siempre los más perjudicados con este estilo? Sin duda que los ministros de Estado, quienes se debaten constantemente entre tres alternativas posibles:
1. Los "técnicos", practicando la sumisión y la paciencia (cual monjes budistas en La Moneda).
2. Los "técnico-políticos", es decir, los que son capaces de acreditar y compatibilizar prestigio profesional con vocación política. Son estos, en general, los que peor lo pasan, pues como saben de los temas y tienen las herramientas para tener posturas políticas propias, terminan necesariamente chocando y renunciando ante el actual estilo presidencial.
3. Por último, están los ministros que podríamos catalogar de "animales políticos" (lo digo en el buen sentido), quienes se las arreglan para navegar y evitar colisionar con el Presidente.
Navegan y olfatean los peligros y las oportunidades, alimentándose y respirando política las 24 horas del día.
Sin embargo, el único que nunca pierde con el estilo presidencial, y que no es posible clasificar en los grupos señalados, es el ministro del Interior, de quien me atrevo aventurar que de no pasar algo realmente extraordinario, nunca dejará su puesto como jefe de gabinete, por la sencilla razón de que es el único preparado —para bien o para mal— para sobrellevar con éxito el estilo de trabajo del Presidente, con todas sus virtudes y defectos.
El día que lo cambien simplemente no vamos a tener ministro del Interior, porque cualquier otro que asuma su puesto, al poco tiempo renunciaría o simplemente sería un elemento decorativo.
El ministro Hinzpeter sabe cómo abordar al Presidente en su proceso interno de toma de decisiones, y es así como se ha transformado en una especie de personal training político-emocional del Presidente, logrando en muchos casos contener y encauzar la audacia y los golpes de timón presidenciales que tanto desconciertan a todos.
Este estilo presidencial fue un éxito en el rescate de los mineros, un fracaso cuando llamó a los estudiantes a La Moneda y volvió a funcionar con la crisis en Aysén.
Por tanto, es cierta la crítica de que en La Moneda no hay método ni estrategia; lo que sí hay en cambio, es instinto, audacia y talento.
Toda forma de gobernar implica fortalezas y debilidades. El día de mañana, cuando ocurran bloqueos en Calama o se produzcan hechos de violencia en la Araucanía, ¿qué poder va a mostrar el intendente o el ministro de turno?
Está bien que los ministros en un sistema presidencial sean "fusibles" para evitar costos políticos al Presidente, pero eso no significa que los ministerios sean sólo oficinas de partes sin ninguna credibilidad ni poder de decisión. Al final esa estrategia, si bien puede solucionar problemas en el corto plazo, en el largo plazo puede terminar perjudicando al propio gobierno.
Para bien o para mal, esta es la dinámica del poder que se vive actualmente en La Moneda y sólo sabremos de su éxito o fracaso cuando al final de estos cuatro años podamos contar cuántos ratones cazamos y cuantos se nos escaparon.