por Matias Carrozzi
  Jul. 26 , 2010 
  
  
Seguramente ya leyeron y escucharon muchas cosas sobre el  asuntito este de los indultos, arengas en contra y a favor, hermosísimas  exposiciones jurídicas (le escuché una a la Clara Szczaranski que me dejó aún  más enamorado), alocados enfoques políticos, como también conmovedoras  elucubraciones morales para referirse a una facultad presidencial, a mi juicio,  extemporánea e irrespetuosa con la competencia de otro poder del Estado, el  judicial.
 Pero en fin, no es mi propósito sumar defensas ni ataques al  particular, más bien describir la tristeza que sentí ayer domingo al darme  cuenta, después de la conferencia de prensa que el Presidente Piñera realizó en  el palacio de La Moneda, la torpeza  e irresponsabilidad de las iglesias,  partidos políticos, el Gobierno y los dirigentes sociales al contaminar una muy  buena idea con sus mezquinas particularidades, dejando por cierto una estela  fétida que instaló en el país un ambiente saturado de fantasmas y  odiosidades.
 No le quedaba otra al Presidente Piñera que decir que no a la  propuesta, pero ¿qué sacamos en limpio de todo esto?. ¿Cuál fue el beneficio  concreto para Chile?. ¿En qué fechas ingresaran al Congreso las "medidas"  consiguientes del "dialogo" y "reflexión profunda" realizados?.
 Nada señoras y señores. Nada preciso quedó de estos meses de  enfrentamientos. Sólo una declaración llena de lugares comunes, asepsia política  y sensibles intenciones, ante la cuál, como era predecible, todos los sectores  se sintieron escuchados, pero ojo, ninguno representado.
 Es a lo menos triste que después de tanto alboroto, reuniones,  conferencias, manifestación, amenazas públicas y reflexiones, el Gobierno no  haya aprovechado la oportunidad para, insisto, aún diciendo que no a la  sugerencia de la curia, impulsar modificaciones legales que resolvieran estos  asuntos, como son las salidas para criminales por motivos compasivos, políticos,  de seguridad, etc. 
 Muy por el contrario, nuestros iluminados se conformaron con  seguir igual, es decir, no hagamos nada pero aprovechemos la oportunidad para, a  través de la polémica, arrancan unos puntitos más de rating. 
 No se ustedes, pero algo satisfecho estaría si después de todo  este impresionante ejercicio intelectual, a lo menos, el Congreso se viera  obligado a discutir la eliminación de la facultad discrecional del Presidente  para indultar. U otras medidas como por ejemplo, crear la institucionalidad para  que el Poder Judicial y sus órganos dependientes vieran las materias que dicen  relación a las salidas por motivos humanitarios, tal como opera en otros países  civilizados. Tal vez modificar la Constitución, como me comentó la semana pasada  un Diputado, para que restringiera dicha facultad presidencial a procesos sólo  cuando la seguridad nacional estuviese en riesgo. 
 Asi las cosas el escenario queda tal cual lo vimos antes del  show, es decir, el Presidente podrá seguir indultando a quién quiera, cuando así  lo estime, sin estar obligado a dar los motivos y, por supuesto, caso a  caso.   
 Que se yo, lo cierto es que el Presidente (y por consiguiente  todos nosotros) se farreó la oportunidad de poner algo sobre la mesa. Por  pequeño que fuera. Algo que dijera: miren chilenas y chilenos, el costo por  habernos sacado los ojos y descalificado mutuamente todos estos meses resultó en  esto... 
 Nuevamente por culpa de la politiquería (entiéndase el people  meter) nos quedamos con las manos vacías. Que manera de perder el tiempo.
 Como decía la Chiche (mi abuela): Ni chicha ni limoná... que  triste, ¿no?.