El gobierno argentino se ha visto involucrado en un escándalo de corrupción en un año electoral clave.
Más de 20 funcionarios están acusados de recibir sobornos para aceptar sobreprecios en las obras de dos gasoductos y un acueducto en el interior del país.
Julio de Vido, ministro de Planificación, ha negado cualquier implicancia en el caso. |
El presidente, Néstor Kirchner, niega toda responsabilidad suya y de sus subordinados en el hecho. Pero dos funcionarios han sido despedidos, uno ha renunciado y varios serían llamados a declarar ante un juez. Se trata de la primera acusación de corrupción que enfrenta el gobierno de Kirchner en cuatro años de gestión.
El escándalo comenzó cuando las autoridades impositivas detectaron la presentación de recibos falsos para supuestamente inflar el costo de las obras de ampliación de los gasoductos del norte y del sur de Argentina, y de la construcción de un acueducto la provincia de La Pampa, en el centro del país.
Todos los trabajos estuvieron a cargo de la empresa sueca Skanska y costaron más de US$1.500 millones, si bien los especialistas afirman que su precio debería haber sido la mitad.
La firma admitió las irregularidades, realizó una auditoría interna y despidió a 12 ejecutivos; nueve de ellos han sido procesados por la justicia.
"El tema se limita a corrupción entre privados", dijo el presidente Kirchner en aquel momento.
Escuchas telefónicas
Pero la investigación no se quedó allí. Luego se difundieron grabaciones de conversaciones telefónicas en las que ejecutivos de Skanska presuntamente admitían el pago de sobornos a funcionarios para la adjudicación de obras públicas a precios mayores que los del mercado.
Los investigadores estiman que se habrían pagado al menos US$75 millones en "coimas".
Si bien ha negado su responsabilidad en el escándalo, el gobierno argentino se ha visto obligado a despedir a dos de los 23 funcionarios implicados en el caso.
| Los investigadores estiman que se habrían pagado al menos US$75 millones en "coimas" |
Se trata del jefe del ente regulador del gas (Enargas), Fulvio Madaro, y del administrador de los fondos dedicados a las obras en el banco estatal Nación, Néstor Ulloa. Además, la administración de Kirchner intervino Enargas por 180 días. En esa oportunidad fue el jefe de gabinete, Alberto Fernández, quien salió en defensa del gobierno: "Estamos colaborando con todo lo que está a nuestro alcance para esclarecer los temas que son de dominio público".
Poco después renunció el subsecretario de Obras Públicas de Argentina, Raúl Rodríguez, también involucrado en el escándalo.
Ahora algunos dedos acusadores apuntan a su jefe, nada menos que el ministro de Planificación, Julio de Vido, quien ha desestimado todas las sospechas sobre su persona.
Elecciones clave
Todo esto ocurre a diez días de las elecciones para elegir jefe de gobierno en la ciudad de Buenos Aires, un distrito electoral clave donde el gobierno de Kirchner se juega su prestigio.
Además, el escándalo ocurre a escasos meses de los comicios presidenciales de octubre, cuando el mandatario argentino aún no ha decidido si se presentará a la reelección o le cederá la candidatura a su esposa, Cristina Fernández.
Según el analista político Heriberto Muraro, el gobierno ya está pagando el costo político por el caso Skanska. "Kirchner ha perdido diez puntos de popularidad. Lo respaldaba un 60% de la población y hoy tiene un 50% de aceptación. Si la cifra sigue bajando podría tener problemas para sostener sus iniciativas", explicó a BBC Mundo.
¿Pero es posible afirmar que el escándalo tendrá un impacto electoral?
"No creo que afecte el resultado de los comicios en la ciudad de Buenos Aires, porque en esa campaña se discuten temas locales, no de alcance nacional", dijo Muraro.
En cuanto a las elecciones presidenciales, los sondeos siguen dándoles el triunfo a Kirchner o a la primera dama.
"Sin embargo, lo que sí puede pasar es que el próximo gobierno enfrente numerosas dificultades, porque de algún modo el escándalo de Skanska ha puesto fin a la 'luna de miel' de la población con el gobierno", advirtió Muraro.
Mientras la justicia avanza en la investigación, el gobierno de Kirchner piensa en cómo levantar su nivel de popularidad en la víspera de las elecciones porteñas, en las que su ministro de Educación, Daniel Filmus, compite por la jefatura de gobierno.
Algunos analistas afirman que esta tarea no será nada sencilla mientras varios funcionarios sigan bajo sospecha por el escándalo Skanska. El naipe que el mandatario debe jugar, dicen, es el de la recuperación económica.
Habrá que ver si, en las actuales circunstancias, esa carta tendrá el valor de un as o de un cuatro.