Bush deja hacer a un Partido de la Guerra que le escupe en la cara
Eduardo Arroyo
Hay que parar a los "halcones" de Washington. Ya no es sólo una cuestión estratégica. Cuando las cosas van mal, el Partido de la Guerra le echa las culpas al presidente de EEUU.
13 de enero de 2007. George W. Bush se enfrenta a un dilema acuciante: pasar a la posteridad como el responsable del mayor desastre estratégico de la Historia de los EEUU después de la retirada de Vietnam o bien entrar en el Olimpo como un nuevo Churchill, capaz de salvar a los EEUU y a Israel de la destrucción atómica de los ayatolás.
Por desgracia el desastre ya es real y lo seguirá siendo. La decisión reciente del presidente Bush de aceptar por fin el surge o incremento de tropas en Irak ha sido decidida en contra de los más prominentes generales del Pentágono. Hace menos de un mes, el Jefe del CentCom, general Abizaid, recientemente retirado, afirmó que el aumento de tropas no era la solución para Irak. Abizaid afirmaba lo que ya había dicho el general Eric K. Shinseki, que dejó su cargo de Jefe de Estado Mayor en 2003 por diferencias con la Administración Bush y con la estrategia "neocon", para los que la fuerza de ocupación planeada era "demasiado pequeña".
Recientemente, el propio presidente iraquí, en la última reunión con Bush en Amman dejó claro que su idea no era aumentar sino disminuir el número de tropas americanas. Todo esto y mucho más, lo han recogido Michael Abramowitz, Robin Wright y Thomas E. Ricks en un artículo en The Washington Post, el pasado 10 de enero.
Pero ahora la situación es más grave: con una guerrilla imparable y un nuevo record de soldados muertos en acciones terroristas, el presidente considera que el problema iraquí es meramente una cuestión de seguridad militar. Más aún, el presidente está dejando hacer al Partido de la Guerra pese a que a diario le escupe en la cara.
En el número de enero de Vanity Fair, David Rose ha escrito un esclarecedor artículo titulado "Neo Culpa", donde la elite "neocon" que planeó e impulsó la guerra culpa del desastre iraquí al propio presidente y a su Administración. Todo es por causa del presidente y de su incompetencia: la pérdida de vidas, el aumento del odio antiamericano y antioccidental en el mundo, el avance imparable de los movimientos islamistas radicales y antiamericanos en general en buena parte del globo gracias a la democracia impulsada desde la propia Administración Bush. En suma, para los padres intelectuales de la guerra de Irak, todo el fracaso es obra exclusiva del presidente Bush.
Richard Perle, presidente del Comité adjunto al Consejo de Política de Defensa, en su tono habitualmente hipócrita, afirma que "al final de la jornada, hay que hacer responsable de todo al presidente" y dice de Bush: "No creo que se de cuenta ni del grado de oposición dentro de su propia Administración y ni de la deslealtad".
David Frum, antiguo autor de los discursos del presidente, co-escritor del célebre discurso de 2002 en que Irak se convertía en miembro del Eje del Mal, asegura que todo el desastre es un "fallo del centro".
Keneth Adelmann, colega de Perle en el Consejo de Política de Defensa, que escribió en febrero de 2002 un artículo en The Washington Post donde afirmaba "creo que destruir el poder de Sadam Husein y liberar Irak será un paseo", dice ahora que la Administración Bush es "el equipo más incompetente de la posguerra. No solo cada uno de ellos tienen, individualmente, enormes carencias, sino que en su conjunto son letalmente inoperantes". Otros apóstoles de la guerra -James Woolsey, Eliot Cohen, Douglas Feith, etc.- hacen declaraciones en la misma línea en este espeluznante artículo de Vanity Fair.
Por supuesto no hay ni una sola palabra de crítica hacia ellos mismos. Tampoco admiten que atacar a un país con argumentos falsos, engañar en la ONU a toda la comunidad internacional con una pantomima de Colin Powell, lanzar una guerra no provocada contra un país que ni había amenazado a los EEUU ni constituía el menor riesgo para el todopoderoso ejército americano, está en la raíz misma de la catástrofe.
Pero las ratas abandonan el barco que se hunde. Toda esta escoria política se ha retirado de los puestos públicos para situarse en los think tanks de Washington, reagrupar al Partido de la Guerra y planear un próximo conflicto, de consecuencias imprevistas, con Irán.
Sin embargo, mientras que el Iraq Study Group recomienda negociaciones directas con Siria e Irán y el propio secretario de Defensa Robert Gates ha declarado que en lo peor de la Guerra Fría, los EEUU no cerraron nunca sus canales de comunicación con China o la URSS, cabe preguntarse ¿por qué deben ahora cerrarlos con Siria e Irán? Nada de esto importa al Partido de la Guerra, que ya ha puesto los ojos en su próxima presa.
A este respecto hay que tener dos cosas en cuenta: Irán está a menos de dos semanas de que expire el plazo dado por la ONU para que cese en su programa de enriquecimiento de uranio. Si no lo hace, Bush puede tener el amparo de la ONU para la guerra con Irán o, como mínimo, para demandar sanciones más duras.
En segundo lugar, el nombramiento del almirante William J. Fallon, antiguo jefe de las fuerzas navales del Pacífico, para sustituir al general John Abizaid en el CentCom, hace presagiar lo peor, ya que Fallon no sabe cómo asegurar perímetros terrestres pero conoce todo acerca de atacar objetivos desde el aire y asegurar vías marítimas. Además, un segundo grupo de combate ha zarpado ya para el Golfo.
Por si fuera poco, Reuters informó el pasado 7 de enero de que pilotos israelíes habían volado a Gibraltar para preparar ataques aéreos nucleares a 3200 kms de distancia, en Arak y Natanz, en Irán. Israel ha negado este extremo de manera decidida pero el general israelí retirado Oded Tira, jefe de toda la artillería israelí y ahora presidente de la Asociación Israelí de Manufacturas Industriales, ha declarado a UPI el pasado 30 de diciembre que "dado que un ataque americano en Irán es esencial para nuestra existencia, debemos ayudar (a Bush) a preparar el camino presionando (lobbying) al Partido Demócrata, que se está conduciendo estúpidamente, y a los editores de periódicos. Tenemos que hacerlo de manera que el asunto iraní sea una cosa de ambos partidos y que quede desvinculado del fracaso en Irak". El hiper-halcón israelí Bibi Netanyahu ha abundado en el mismo tema, como recoge en su artículo Analysis: Never again? el editor principal de UPI Arnaud De Borchgrave: "Debemos lanzar una intensa campaña internacional de relaciones públicas principalmente en los EEUU... debemos dejar claro al Gobierno americano, al Congreso y al público americano, que un Irán nuclear es una amenaza para los EEUU y para el mundo, no solo para Israel".
Es decir, Occidente debe ser convencido de que Irán, apenas sin fuerza aérea o naval capaz de enfrentarse ni por asomo a la U.S. Navy, con una economía que no es ni el 1% de la occidental, que no ha perpetrado contra los EEUU ni contra país occidental alguno un acto de guerra desde la revolución islámica de 1979, va a proveer a no se sabe qué terroristas, para que lancen en nuestras ciudades bombas nucleares que muy posiblemente estén a diez años de poder construir, si es que alguna vez lo quisieron hacer.
Está en marcha una campaña con agentes extranjeros y sus auxiliares neocon para conducirnos a una guerra absurda y desastrosa, de la misma manera que ya nos condujeron una vez a la estúpida pesadilla iraquí. La pregunta es: ¿quieren y necesitan los pueblos de Occidente la guerra o solo ciertos políticos? Si esto es así cabe preguntarse en buena lógica: ¿a quién representa la clase política? No sería un buen precedente que la gente pensara que las cosas realmente importantes se deciden completamente al margen de los cauces de representación democrática, por camarillas de poder increíblemente corruptas, que votan felizmente que los hijos del pueblo tienen que ir a morir a lejanos países que jamás nos amenazaron.
Eduardo Arroyo
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Hay que parar a los "halcones" de Washington. Ya no es sólo una cuestión estratégica. Cuando las cosas van mal, el Partido de la Guerra le echa las culpas al presidente de EEUU.
13 de enero de 2007. George W. Bush se enfrenta a un dilema acuciante: pasar a la posteridad como el responsable del mayor desastre estratégico de la Historia de los EEUU después de la retirada de Vietnam o bien entrar en el Olimpo como un nuevo Churchill, capaz de salvar a los EEUU y a Israel de la destrucción atómica de los ayatolás.
Por desgracia el desastre ya es real y lo seguirá siendo. La decisión reciente del presidente Bush de aceptar por fin el surge o incremento de tropas en Irak ha sido decidida en contra de los más prominentes generales del Pentágono. Hace menos de un mes, el Jefe del CentCom, general Abizaid, recientemente retirado, afirmó que el aumento de tropas no era la solución para Irak. Abizaid afirmaba lo que ya había dicho el general Eric K. Shinseki, que dejó su cargo de Jefe de Estado Mayor en 2003 por diferencias con la Administración Bush y con la estrategia "neocon", para los que la fuerza de ocupación planeada era "demasiado pequeña".
Recientemente, el propio presidente iraquí, en la última reunión con Bush en Amman dejó claro que su idea no era aumentar sino disminuir el número de tropas americanas. Todo esto y mucho más, lo han recogido Michael Abramowitz, Robin Wright y Thomas E. Ricks en un artículo en The Washington Post, el pasado 10 de enero.
Pero ahora la situación es más grave: con una guerrilla imparable y un nuevo record de soldados muertos en acciones terroristas, el presidente considera que el problema iraquí es meramente una cuestión de seguridad militar. Más aún, el presidente está dejando hacer al Partido de la Guerra pese a que a diario le escupe en la cara.
En el número de enero de Vanity Fair, David Rose ha escrito un esclarecedor artículo titulado "Neo Culpa", donde la elite "neocon" que planeó e impulsó la guerra culpa del desastre iraquí al propio presidente y a su Administración. Todo es por causa del presidente y de su incompetencia: la pérdida de vidas, el aumento del odio antiamericano y antioccidental en el mundo, el avance imparable de los movimientos islamistas radicales y antiamericanos en general en buena parte del globo gracias a la democracia impulsada desde la propia Administración Bush. En suma, para los padres intelectuales de la guerra de Irak, todo el fracaso es obra exclusiva del presidente Bush.
Richard Perle, presidente del Comité adjunto al Consejo de Política de Defensa, en su tono habitualmente hipócrita, afirma que "al final de la jornada, hay que hacer responsable de todo al presidente" y dice de Bush: "No creo que se de cuenta ni del grado de oposición dentro de su propia Administración y ni de la deslealtad".
David Frum, antiguo autor de los discursos del presidente, co-escritor del célebre discurso de 2002 en que Irak se convertía en miembro del Eje del Mal, asegura que todo el desastre es un "fallo del centro".
Keneth Adelmann, colega de Perle en el Consejo de Política de Defensa, que escribió en febrero de 2002 un artículo en The Washington Post donde afirmaba "creo que destruir el poder de Sadam Husein y liberar Irak será un paseo", dice ahora que la Administración Bush es "el equipo más incompetente de la posguerra. No solo cada uno de ellos tienen, individualmente, enormes carencias, sino que en su conjunto son letalmente inoperantes". Otros apóstoles de la guerra -James Woolsey, Eliot Cohen, Douglas Feith, etc.- hacen declaraciones en la misma línea en este espeluznante artículo de Vanity Fair.
Por supuesto no hay ni una sola palabra de crítica hacia ellos mismos. Tampoco admiten que atacar a un país con argumentos falsos, engañar en la ONU a toda la comunidad internacional con una pantomima de Colin Powell, lanzar una guerra no provocada contra un país que ni había amenazado a los EEUU ni constituía el menor riesgo para el todopoderoso ejército americano, está en la raíz misma de la catástrofe.
Pero las ratas abandonan el barco que se hunde. Toda esta escoria política se ha retirado de los puestos públicos para situarse en los think tanks de Washington, reagrupar al Partido de la Guerra y planear un próximo conflicto, de consecuencias imprevistas, con Irán.
Sin embargo, mientras que el Iraq Study Group recomienda negociaciones directas con Siria e Irán y el propio secretario de Defensa Robert Gates ha declarado que en lo peor de la Guerra Fría, los EEUU no cerraron nunca sus canales de comunicación con China o la URSS, cabe preguntarse ¿por qué deben ahora cerrarlos con Siria e Irán? Nada de esto importa al Partido de la Guerra, que ya ha puesto los ojos en su próxima presa.
A este respecto hay que tener dos cosas en cuenta: Irán está a menos de dos semanas de que expire el plazo dado por la ONU para que cese en su programa de enriquecimiento de uranio. Si no lo hace, Bush puede tener el amparo de la ONU para la guerra con Irán o, como mínimo, para demandar sanciones más duras.
En segundo lugar, el nombramiento del almirante William J. Fallon, antiguo jefe de las fuerzas navales del Pacífico, para sustituir al general John Abizaid en el CentCom, hace presagiar lo peor, ya que Fallon no sabe cómo asegurar perímetros terrestres pero conoce todo acerca de atacar objetivos desde el aire y asegurar vías marítimas. Además, un segundo grupo de combate ha zarpado ya para el Golfo.
Por si fuera poco, Reuters informó el pasado 7 de enero de que pilotos israelíes habían volado a Gibraltar para preparar ataques aéreos nucleares a 3200 kms de distancia, en Arak y Natanz, en Irán. Israel ha negado este extremo de manera decidida pero el general israelí retirado Oded Tira, jefe de toda la artillería israelí y ahora presidente de la Asociación Israelí de Manufacturas Industriales, ha declarado a UPI el pasado 30 de diciembre que "dado que un ataque americano en Irán es esencial para nuestra existencia, debemos ayudar (a Bush) a preparar el camino presionando (lobbying) al Partido Demócrata, que se está conduciendo estúpidamente, y a los editores de periódicos. Tenemos que hacerlo de manera que el asunto iraní sea una cosa de ambos partidos y que quede desvinculado del fracaso en Irak". El hiper-halcón israelí Bibi Netanyahu ha abundado en el mismo tema, como recoge en su artículo Analysis: Never again? el editor principal de UPI Arnaud De Borchgrave: "Debemos lanzar una intensa campaña internacional de relaciones públicas principalmente en los EEUU... debemos dejar claro al Gobierno americano, al Congreso y al público americano, que un Irán nuclear es una amenaza para los EEUU y para el mundo, no solo para Israel".
Es decir, Occidente debe ser convencido de que Irán, apenas sin fuerza aérea o naval capaz de enfrentarse ni por asomo a la U.S. Navy, con una economía que no es ni el 1% de la occidental, que no ha perpetrado contra los EEUU ni contra país occidental alguno un acto de guerra desde la revolución islámica de 1979, va a proveer a no se sabe qué terroristas, para que lancen en nuestras ciudades bombas nucleares que muy posiblemente estén a diez años de poder construir, si es que alguna vez lo quisieron hacer.
Está en marcha una campaña con agentes extranjeros y sus auxiliares neocon para conducirnos a una guerra absurda y desastrosa, de la misma manera que ya nos condujeron una vez a la estúpida pesadilla iraquí. La pregunta es: ¿quieren y necesitan los pueblos de Occidente la guerra o solo ciertos políticos? Si esto es así cabe preguntarse en buena lógica: ¿a quién representa la clase política? No sería un buen precedente que la gente pensara que las cosas realmente importantes se deciden completamente al margen de los cauces de representación democrática, por camarillas de poder increíblemente corruptas, que votan felizmente que los hijos del pueblo tienen que ir a morir a lejanos países que jamás nos amenazaron.
Saludos cordiales
RODRIGO GONZALEZ FERNANDEZ
CONSULTAJURIDICACHILE.BLOGSPOT.COM
Renato Sánchez 3586 dep 10
Santiago, Chile
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