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Inversiones en biocombustibles
Por dos canales diferentes, aunque concordantes en su finalidad, se anuncian importantes inversiones destinadas a producir combustibles a partir de cultivos agrícolas. Hay una docena de anuncios que involucrarían 300 millones de dólares, destinados a la producción de biodiésel a partir, principalmente, del aceite de soja con adiciones menores de otros componentes que permiten su utilización en motores diésel, con excelentes rendimientos. Son utilizados, también, otros aceites vegetales como los de girasol, de colza - el más apreciado y utilizado en Europa- y también de palma, de alta producción en naciones asiáticas.
Adicionalmente a estas inversiones destinadas principalmente a la exportación, existen pequeños emprendimientos de productores rurales o de grupos de ellos, que buscan aprovechar el combustible para su propio consumo. Otro gran recurso productivo de biocombustibles es la transformación del maíz en etanol, para el cual la organización que agrupa a la cadena productiva propone un programa de instalación de 30 a 40 plantas transformadoras, con inversiones de 200 millones de dólares, que serían abastecidas mediante la ampliación de la superficie sembrada con maíz en regiones alejadas de los puertos y con costos de transporte hacia los centros de consumo y exportación que serían onerosos para la economía maicera. El etanol se fabrica también por vía de la transformación de la caña de azúcar, de gran utilización en Brasil, cuya flota automotriz lo consume en combinaciones de variada proporción con la nafta. En nuestro medio, tras una experiencia frustrante, no ha tenido más difusión.
La ley 26.093 propicia la inversión productiva en biocombustibles, estableciendo beneficios impositivos para los emprendimientos de productores rurales y también la obligación, a partir de 2010, de adicionar un 5% de biodiésel o bioetanol a los combustibles utilizados en el mercado nacional, tanto para la flota diésel como para la naftera.
En la Unión Europea existe un programa de gran magnitud que dispone una proporción mínima de 5,75% de biocombustibles en sus carburantes en 2010. En los Estados Unidos es subsidiada la producción de etanol a partir del maíz, que está insumiendo 50 millones de toneladas de ese cereal o sea el 18 % de su producción total, cercana a los 300 millones de toneladas.
En esos casos y otros similares, se trata de respuestas a la preocupación existente por el crecimiento de la demanda de combustibles fósiles, de su impacto sobre el medio ambiente y también por los riesgos de interrupción del abastecimiento generados por las tensiones políticas en las regiones productoras. Por cierto no solamente se piensa en la contribución de los biocombustibles, sino también en la de las energías de naturaleza nuclear, eólica, solar y otras.
En nuestro país, lo antedicho representaría una excelente oportunidad para encarar la expansión agrícola e industrial. Los mercados de materias primas agrícolas muestran ya, en algunos casos, la influencia de estas nuevas demandas, como es el caso de la menor exportación de maíz norteamericano, utilizado ahora para producir alcohol para su consumo nacional.
Además, la producción de biodiésel y etanol deja como remanente un importante subproducto residual de alto poder proteico, utilizado en la alimentación de vacunos, cerdos, aves y otros animales domésticos. Se trata pues de una tan novedosa como importante fuente de producción y exportación. En tal sentido se requiere la sanción de la reglamentación de la citada ley, cuya tardanza está demorando la concreción de las anunciadas inversiones.
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