El eje "Mapu-Martínez" termina por instalarse en La Moneda:
El bacheletismo se inmola para salvar a Bachelet
Sergio Espinosa y Pilar Molina
Presionada por la magnitud de una crisis para la que no encontraba salida, la Presidenta debió sacrificar los pilares básicos que sustentaban su administración. Esta semana no sólo eliminó la paridad de género y los rostros nuevos en su gabinete. También debió entregarse al sector en que menos confía en un intento por rescatar su gobierno.
SERGIO ESPINOSA y PILAR MOLINA
Sola. En las últimas semanas, la soledad del poder que caracteriza a los gobernantes ha llegado a niveles insoportables para la Presidenta Michelle Bachelet. No sólo les ha confesado a sus más cercanos su desesperación por el veloz deterioro que ha experimentado su gobierno, cuando apenas lleva un año en el poder, sino que también ha dado a entender que en el fondo no sabe muy bien cómo resolver la crisis política desatada por los problemas en la implementación del Transantiago.
En este cuadro, la pérdida de la armonía y convivencia interna de la Concertación ha acentuado en ella un sentimiento de abandono de parte del oficialismo en plena tormenta. Cuando el diputado DC Gabriel Ascencio calificó el martes de "telenovela barata" el mea culpa que hizo la Mandataria por televisión la noche del lunes por el caos en el transporte, pocos salieron a criticar al parlamentario.
Con esos mismos confidentes Bachelet se ha quejado de que no cuenta con gente de confianza a la cual acudir en busca de ayuda. Como en el gobierno de Lagos, su círculo de confianza está radicado en el equipo de asesores que la acompañan en La Moneda. Pero el peso político y la trayectoria del "segundo piso" laguista es sideral frente a la juventud y escasa experiencia del "entrepiso" bacheletista.
Desahogos en la gira
Los síntomas acerca de la real magnitud de la crisis los comenzó a percibir en plena gira por México, Guatemala y Panamá. Pese a las alarmantes noticias que llegaban desde Santiago -personeros oficialistas demandando un cambio de gabinete, críticas transversales al Transantiago, el empresario microbusero Manuel Navarrete pidiendo reintegrar la antigua malla de recorridos y la oposición amenazando con acusar constitucionalmente al ministro Sergio Espejo-, la Mandataria logró mantener la tranquilidad, al menos públicamente.
"Nunca hizo notar su preocupación por la crisis durante la gira, se manejó con mucha cautela", recuerda un diputado que viajó con ella. La única excepción fue durante una cita con los partidos políticos mexicanos, cuando se retiró presurosa de la sala por 10 minutos para atender una llamada urgente desde Chile.
Incluso, pese a la apretada agenda que debió cumplir durante el periplo, siempre se dio un tiempo para compartir con el resto de la comitiva al final de cada jornada, en las que mostraba su característica afabilidad. Pero, según un dirigente que la conoce bien, "lo está pasando pésimo". La procesión iba por dentro.
Los pecados de la Presidenta
Mientras recorría Centroamérica, Bachelet admitió en privado que su equipo político no estaba funcionando y los problemas del Transantiago la tenían muy sensibilizada. Según otro participante de la gira, recordó las dudas que había tenido para estrenar el nuevo sistema de transportes el 10 de febrero y que la decisión de no postergarlo la había tomado "engañada" por sus ministros.
Su mayor desahogo, sin embargo, ocurrió durante una cena privada en Ciudad de Panamá, cuando se aprestaba a regresar a Chile. Con un reducido grupo de comensales, se quejó amargamente y criticó con inusitada rabia al ex Presidente Lagos, por su responsabilidad en el deficiente diseño del sistema de transportes y los enormes costos que ella estaba pagando por eso.
Según la misma fuente, Bachelet "es una mujer receptiva, que sabe escuchar y quiere hacerlo bien, pero está sola". Todo, en momentos en que a las críticas destempladas de parlamentarios como Ascencio, se sumaron esta semana análisis internacionales como el de la influyente revista británica "The Economist", que reprodujo las dudas que flotan en el ambiente sobre las habilidades de la Mandataria para gobernar.
"La peor crisis que ha enfrentado la Concertación le tocó a una Presidenta que no tiene la experiencia política suficiente", grafica un personero laguista.
Por lo mismo, si Bachelet se siente sola, para no pocos observadores está pagando sus propios pecados. Porque más allá del caos desatado por el Transantiago, en la Concertación concuerdan en que lo que ha hecho crisis es el modelo sobre el cual se sustentaba el bacheletismo.
El mismo que debió ser sacrificado esta semana para salvar al Gobierno.
Marcando distancias
Bachelet siempre despreció al grupo "Mapu-Martínez", el equipo que manejó la transición a fines de los 80 y gran parte de los 90, cuando centros de estudios como FLACSO y Cieplán armaron los acuerdos políticos y económicos en los primeros años tras el regreso de la democracia con figuras como Gutenberg Martínez a la cabeza de la DC, José Antonio Viera-Gallo en la presidencia de la Cámara, Gabriel Valdés haciendo lo propio en el Senado, y Alejandro Foxley (Hacienda), Belisario Velasco (Interior), Enrique Correa (Segegob) y René Cortázar (Trabajo) trabajando en el Gobierno.
Ese equipo transversal, que estuvo presente en el gobierno de Patricio Aylwin y fue declinando hacia el de Ricardo Lagos, no tenía cabida en el diseño original de la administración bacheletista.
Un personero concertacionista recuerda que, como representante de la izquierda más dura, ella siempre renegó de quienes negociaron para participar en el plebiscito de 1988, cedieron en la transición y se renovaron. "Bachelet detestaba el Mapu como signo de negociación, transición y concupiscencia con los poderes fácticos", resume.
El bacheletismo, por tanto, fue concebido como una contraposición a ese estilo, sosteniéndose sobre la paridad de género, las caras nuevas, el carácter ciudadano y la meritocracia, como pilares fundacionales del nuevo gobierno.
Esos rasgos se reflejaron nítidamente en el nombramiento de su primer gabinete, donde -salvo Andrés Zaldívar y Alejandro Foxley- prescindió de los rostros históricos, a pesar que varios de ellos la ayudaron a alcanzar el poder. También en la incorporación igualitaria de hombres y mujeres, privilegiando la equidad de género por sobre las reales capacidades. Y, por último, en la distancia que marcó frente a los partidos, viéndolos como la antítesis del modelo ciudadano que sería el sello de su administración.
Esos mismos pilares son los que se vinieron abajo con el ajuste que debió realizar el lunes 26.
Regresan las viejas glorias
En La Moneda defienden que la llegada de Marcelo Tokman al independizado Ministerio de Energía, José Goñi a Defensa, Ana Lya Uriarte a la nueva cartera de Medio Ambiente y Carlos Maldonado a Justicia, le permitió a Bachelet sostener la tesis de que siguen incorporándose rostros frescos y relativamente jóvenes a la primera línea del Ejecutivo.
Sin embargo, lo cierto es que fueron los nombramientos de Cortázar y Viera-Gallo en dos áreas clave que enfrentaban sendas crisis -el plan de transportes, por un lado, y la relación con los partidos y la sequía legislativa, por el otro- , los que marcaron la pauta. Y, con ello, el regreso de los viejos estandartes del Mapu-Martínez -o el "aylwinismo", como acotan otros observadores- que anteriormente había mirado con desdén.
Un personero concertacionista asegura que hay más síntomas de ello. El propio Enrique Correa -quien apoyó a Soledad Alvear en la definición presidencial oficialista en 2005, por lo que se convirtió en persona non grata para el gobierno durante el primer año- fue visto ingresando a La Moneda por el subterráneo dos veces en los últimos días.
Las debilidades del diseño político del Gobierno bacheletista también son reconocidas al interior del propio Gobierno. Una fuente de Palacio explica que intervenir por segunda vez el equipo ministerial en ocho meses entregaba una señal de ingobernabilidad. Por lo mismo, nadie esperaba el ajuste en el momento en que ocurrió (ver página D 7).
Con todo, la presión de los partidos por un cambio drástico se había vuelto insostenible y, buscando algún beneficio, se evaluaría posteriormente que era una señal de autoridad que la Presidenta hubiese sido capaz de desprenderse de ministros tan cercanos como Paulina Veloso e Isidro Solís, equiparándolo al gesto de autoridad que tuvo Lagos cuando en su momento se deshizo de sus amigos personales Álvaro García y Carlos Cruz.
Dudas en el horizonte
Pero el nuevo equipo no está exento de dificultades y desafíos. La principal es el evidente desequilibrio que existe entre un team económico mucho más sólido y afiatado que su símil político, donde se espera que Viera-Gallo asuma el papel articulador que Belisario Velasco no ha podido cumplir como jefe de Gabinete, llenando así el vacío de poder que hoy evidencia el Gobierno.
Al interior del revitalizado "Mapu-Martínez" son más escépticos. "El diseño de Bachelet no incluye un 'panzer'. Belisario no ha dejado de ser un excelente subsecretario y Viera-Gallo es perfecto para mejorar la relación con los partidos y los parlamentarios, pero no es un conductor con las antenas paradas en todos los temas y capaz de apagar incendios, como Insulza", dice un miembro de este grupo.
Asimismo, el sello liberal del grupo liderado por el titular de Hacienda Andrés Velasco -y que reforzó sus huestes con la llegada de Tokman a Energía, sumándose a Karen Poniachik (Minería), Eduardo Bitrán (OO.PP.) y Ferreiro (Economía)- marca un contraste con el carácter solidario y proteccionista que quiere imprimirle Bachelet a su administración.
En cuanto al Transantiago, en el oficialismo tienen claro que la llegada de Cortázar con todos los poderes para solucionar el caos del transporte exigirá que Velasco abra la billetera fiscal, considerando que no es sólo la estabilidad del Gobierno lo que está en juego, sino la continuidad de la propia Concertación.
El desembarco del "Mapu-Martínez" también coincidió con una distensión en la rígida relación que han mantenido la Presidenta y la actual timonel de la DC -y esposa de Martínez-, Soledad Alvear. Eso, sumado al rodaje del nuevo gabinete, le permitirá un respiro a una Bachelet que en la soledad que vivió estos días mostró un semblante triste y tenso. Pero, como concluye un personero laguista, el respiro puede ser corto si los problemas pendientes no se solucionan con el actual equipo: "y ya no tiene más cartuchos que quemar para seguir sorteando crisis".
El bacheletismo se inmola para salvar a Bachelet
Sergio Espinosa y Pilar Molina
Presionada por la magnitud de una crisis para la que no encontraba salida, la Presidenta debió sacrificar los pilares básicos que sustentaban su administración. Esta semana no sólo eliminó la paridad de género y los rostros nuevos en su gabinete. También debió entregarse al sector en que menos confía en un intento por rescatar su gobierno.
SERGIO ESPINOSA y PILAR MOLINA
Sola. En las últimas semanas, la soledad del poder que caracteriza a los gobernantes ha llegado a niveles insoportables para la Presidenta Michelle Bachelet. No sólo les ha confesado a sus más cercanos su desesperación por el veloz deterioro que ha experimentado su gobierno, cuando apenas lleva un año en el poder, sino que también ha dado a entender que en el fondo no sabe muy bien cómo resolver la crisis política desatada por los problemas en la implementación del Transantiago.
En este cuadro, la pérdida de la armonía y convivencia interna de la Concertación ha acentuado en ella un sentimiento de abandono de parte del oficialismo en plena tormenta. Cuando el diputado DC Gabriel Ascencio calificó el martes de "telenovela barata" el mea culpa que hizo la Mandataria por televisión la noche del lunes por el caos en el transporte, pocos salieron a criticar al parlamentario.
Con esos mismos confidentes Bachelet se ha quejado de que no cuenta con gente de confianza a la cual acudir en busca de ayuda. Como en el gobierno de Lagos, su círculo de confianza está radicado en el equipo de asesores que la acompañan en La Moneda. Pero el peso político y la trayectoria del "segundo piso" laguista es sideral frente a la juventud y escasa experiencia del "entrepiso" bacheletista.
Desahogos en la gira
Los síntomas acerca de la real magnitud de la crisis los comenzó a percibir en plena gira por México, Guatemala y Panamá. Pese a las alarmantes noticias que llegaban desde Santiago -personeros oficialistas demandando un cambio de gabinete, críticas transversales al Transantiago, el empresario microbusero Manuel Navarrete pidiendo reintegrar la antigua malla de recorridos y la oposición amenazando con acusar constitucionalmente al ministro Sergio Espejo-, la Mandataria logró mantener la tranquilidad, al menos públicamente.
"Nunca hizo notar su preocupación por la crisis durante la gira, se manejó con mucha cautela", recuerda un diputado que viajó con ella. La única excepción fue durante una cita con los partidos políticos mexicanos, cuando se retiró presurosa de la sala por 10 minutos para atender una llamada urgente desde Chile.
Incluso, pese a la apretada agenda que debió cumplir durante el periplo, siempre se dio un tiempo para compartir con el resto de la comitiva al final de cada jornada, en las que mostraba su característica afabilidad. Pero, según un dirigente que la conoce bien, "lo está pasando pésimo". La procesión iba por dentro.
Los pecados de la Presidenta
Mientras recorría Centroamérica, Bachelet admitió en privado que su equipo político no estaba funcionando y los problemas del Transantiago la tenían muy sensibilizada. Según otro participante de la gira, recordó las dudas que había tenido para estrenar el nuevo sistema de transportes el 10 de febrero y que la decisión de no postergarlo la había tomado "engañada" por sus ministros.
Su mayor desahogo, sin embargo, ocurrió durante una cena privada en Ciudad de Panamá, cuando se aprestaba a regresar a Chile. Con un reducido grupo de comensales, se quejó amargamente y criticó con inusitada rabia al ex Presidente Lagos, por su responsabilidad en el deficiente diseño del sistema de transportes y los enormes costos que ella estaba pagando por eso.
Según la misma fuente, Bachelet "es una mujer receptiva, que sabe escuchar y quiere hacerlo bien, pero está sola". Todo, en momentos en que a las críticas destempladas de parlamentarios como Ascencio, se sumaron esta semana análisis internacionales como el de la influyente revista británica "The Economist", que reprodujo las dudas que flotan en el ambiente sobre las habilidades de la Mandataria para gobernar.
"La peor crisis que ha enfrentado la Concertación le tocó a una Presidenta que no tiene la experiencia política suficiente", grafica un personero laguista.
Por lo mismo, si Bachelet se siente sola, para no pocos observadores está pagando sus propios pecados. Porque más allá del caos desatado por el Transantiago, en la Concertación concuerdan en que lo que ha hecho crisis es el modelo sobre el cual se sustentaba el bacheletismo.
El mismo que debió ser sacrificado esta semana para salvar al Gobierno.
Marcando distancias
Bachelet siempre despreció al grupo "Mapu-Martínez", el equipo que manejó la transición a fines de los 80 y gran parte de los 90, cuando centros de estudios como FLACSO y Cieplán armaron los acuerdos políticos y económicos en los primeros años tras el regreso de la democracia con figuras como Gutenberg Martínez a la cabeza de la DC, José Antonio Viera-Gallo en la presidencia de la Cámara, Gabriel Valdés haciendo lo propio en el Senado, y Alejandro Foxley (Hacienda), Belisario Velasco (Interior), Enrique Correa (Segegob) y René Cortázar (Trabajo) trabajando en el Gobierno.
Ese equipo transversal, que estuvo presente en el gobierno de Patricio Aylwin y fue declinando hacia el de Ricardo Lagos, no tenía cabida en el diseño original de la administración bacheletista.
Un personero concertacionista recuerda que, como representante de la izquierda más dura, ella siempre renegó de quienes negociaron para participar en el plebiscito de 1988, cedieron en la transición y se renovaron. "Bachelet detestaba el Mapu como signo de negociación, transición y concupiscencia con los poderes fácticos", resume.
El bacheletismo, por tanto, fue concebido como una contraposición a ese estilo, sosteniéndose sobre la paridad de género, las caras nuevas, el carácter ciudadano y la meritocracia, como pilares fundacionales del nuevo gobierno.
Esos rasgos se reflejaron nítidamente en el nombramiento de su primer gabinete, donde -salvo Andrés Zaldívar y Alejandro Foxley- prescindió de los rostros históricos, a pesar que varios de ellos la ayudaron a alcanzar el poder. También en la incorporación igualitaria de hombres y mujeres, privilegiando la equidad de género por sobre las reales capacidades. Y, por último, en la distancia que marcó frente a los partidos, viéndolos como la antítesis del modelo ciudadano que sería el sello de su administración.
Esos mismos pilares son los que se vinieron abajo con el ajuste que debió realizar el lunes 26.
Regresan las viejas glorias
En La Moneda defienden que la llegada de Marcelo Tokman al independizado Ministerio de Energía, José Goñi a Defensa, Ana Lya Uriarte a la nueva cartera de Medio Ambiente y Carlos Maldonado a Justicia, le permitió a Bachelet sostener la tesis de que siguen incorporándose rostros frescos y relativamente jóvenes a la primera línea del Ejecutivo.
Sin embargo, lo cierto es que fueron los nombramientos de Cortázar y Viera-Gallo en dos áreas clave que enfrentaban sendas crisis -el plan de transportes, por un lado, y la relación con los partidos y la sequía legislativa, por el otro- , los que marcaron la pauta. Y, con ello, el regreso de los viejos estandartes del Mapu-Martínez -o el "aylwinismo", como acotan otros observadores- que anteriormente había mirado con desdén.
Un personero concertacionista asegura que hay más síntomas de ello. El propio Enrique Correa -quien apoyó a Soledad Alvear en la definición presidencial oficialista en 2005, por lo que se convirtió en persona non grata para el gobierno durante el primer año- fue visto ingresando a La Moneda por el subterráneo dos veces en los últimos días.
Las debilidades del diseño político del Gobierno bacheletista también son reconocidas al interior del propio Gobierno. Una fuente de Palacio explica que intervenir por segunda vez el equipo ministerial en ocho meses entregaba una señal de ingobernabilidad. Por lo mismo, nadie esperaba el ajuste en el momento en que ocurrió (ver página D 7).
Con todo, la presión de los partidos por un cambio drástico se había vuelto insostenible y, buscando algún beneficio, se evaluaría posteriormente que era una señal de autoridad que la Presidenta hubiese sido capaz de desprenderse de ministros tan cercanos como Paulina Veloso e Isidro Solís, equiparándolo al gesto de autoridad que tuvo Lagos cuando en su momento se deshizo de sus amigos personales Álvaro García y Carlos Cruz.
Dudas en el horizonte
Pero el nuevo equipo no está exento de dificultades y desafíos. La principal es el evidente desequilibrio que existe entre un team económico mucho más sólido y afiatado que su símil político, donde se espera que Viera-Gallo asuma el papel articulador que Belisario Velasco no ha podido cumplir como jefe de Gabinete, llenando así el vacío de poder que hoy evidencia el Gobierno.
Al interior del revitalizado "Mapu-Martínez" son más escépticos. "El diseño de Bachelet no incluye un 'panzer'. Belisario no ha dejado de ser un excelente subsecretario y Viera-Gallo es perfecto para mejorar la relación con los partidos y los parlamentarios, pero no es un conductor con las antenas paradas en todos los temas y capaz de apagar incendios, como Insulza", dice un miembro de este grupo.
Asimismo, el sello liberal del grupo liderado por el titular de Hacienda Andrés Velasco -y que reforzó sus huestes con la llegada de Tokman a Energía, sumándose a Karen Poniachik (Minería), Eduardo Bitrán (OO.PP.) y Ferreiro (Economía)- marca un contraste con el carácter solidario y proteccionista que quiere imprimirle Bachelet a su administración.
En cuanto al Transantiago, en el oficialismo tienen claro que la llegada de Cortázar con todos los poderes para solucionar el caos del transporte exigirá que Velasco abra la billetera fiscal, considerando que no es sólo la estabilidad del Gobierno lo que está en juego, sino la continuidad de la propia Concertación.
El desembarco del "Mapu-Martínez" también coincidió con una distensión en la rígida relación que han mantenido la Presidenta y la actual timonel de la DC -y esposa de Martínez-, Soledad Alvear. Eso, sumado al rodaje del nuevo gabinete, le permitirá un respiro a una Bachelet que en la soledad que vivió estos días mostró un semblante triste y tenso. Pero, como concluye un personero laguista, el respiro puede ser corto si los problemas pendientes no se solucionan con el actual equipo: "y ya no tiene más cartuchos que quemar para seguir sorteando crisis".
SALUDOS CORDIALES
RODRIGO GONZALEZ FERNANDEZ
CONSULTAJURIDICACHILE.BLOGSPOT.COM
Telefomo: 5839786
TELEFONO: CEL. 76850061
RENATO SANCHEZ 3586 SANTIAGO,CHILE
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