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Tuesday, March 10, 2009

La metáfora de un cambio de modelo económico

La metáfora de un cambio de modelo económico

Publicado el 09-03-2009 por Tino Fernández. Madrid.

La falta de ingenieros no es un problema específico de este grupo profesional. Se trata de un termómetro que marca la temperatura de las posibilidades de cambio de modelo para la economía de los próximos años.

La carencia de ingenieros –un problema que no es exclusivo de España– preocupa no sólo a quienes tienen que ver con esta profesión. Esta escasez tiene mucho que ver con dilemas que nos afectan a todos, más en momentos como los actuales, en los que se plantea un cambio de modelo económico, con una fórmula que se apoye menos en la construcción y el turismo y más en la innovación y la tecnología.

Ceder a la innovación el protagonismo de los cambios en el modelo económico español, después de muchos años de crecimiento ininterrumpido es la clave de un nuevo motor para la economía y la generación de empleo que no se alimente de la excesiva concentración de sectores con mano de obra intensiva; que sea capaz de impulsar políticas de formación que incentiven la alta cualificación y las nuevas tecnologías. Pero sin olvidar que España no termina de coger el tren de la innovación y llegará con retraso a cumplir los objetivos de la Agenda de Lisboa, que pretende convertir al Viejo Continente en el área tecnológicamente más avanzada del planeta.

España empieza a estar en convergencia con el resto de Europa en esta materia, pero aún queda camino por recorrer. Los últimos datos del Instituto Nacional de Estadística (INE) armonizados con Europa y correspondientes a 2006 reflejan un mayor protagonismo de las empresas como motores de inversión y empleo tecnológico. Hasta un 20% ha elevado sus desembolsos, lo que les ha supuesto una factura de 6.557 millones de euros. Y más de 82.000 empleados de los 189.000 –9,5 trabajadores de cada 1.000– dedicados a la I+D. Pero su aportación –el 55,6%– queda lejos del objetivo del 75% de la Agenda de Lisboa.

El sector público, que ha ido elevando su presupuesto, pierde peso al ejecutar sus recursos. Mientras sus fondos significaron el 42,2% del total, sólo movilizaron el 16,5% de la financiación real.

El indicador de innovación tecnológica de 2007 facilitado por la Comisión Europea –el séptimo desde el lanzamiento de la Estrategia de Lisboa– sitúa a España entre las economías con un grado innovador moderado, aunque cerca del furgón de cola, una posición poco afortunada a la que Bruselas otorga perspectivas nada halagüeñas: en esa situación se tardarían casi 30 años en converger con el grupo de los moderados; otros 40 en alcanzar a los del nivel superior y serían necesarios 25 años más para unirse a los líderes en innovación.

Otro estudio del World Economic Forum (WEF) ofrece asimismo conclusiones poco optimistas sobre la posibilidad de que el sector privado español pueda incrementar el número de multinacionales en un horizonte inmediato.

Según el WEF no hay ninguna compañía española entre las 140 candidatas a adquirir ese papel, casi todas del sector tecnológico. Nuestro país sufre la falta de profesionales procedentes de carreras de ingeniería, y esta carencia influye en que el nuevo modelo basado en la innovación no sea viable, porque no hay profesionales para conseguir que la I+D+i se convierta en motor económico.

La necesidad de ingenieros habla de una vuelta a la economía real, y de la voluntad creciente de esquivar un patrón de crecimiento basado en servicios de poco valor añadido.

No hay países de servicios, porque éstos se financian con cosas que se tocan, que se producen en las fábricas, y no podemos basarnos únicamente en servicios turísticos y en construcción. Para cambiar, debemos centrarnos en un modelo basado en la productividad, en la industria y en el valor añadido. Debemos ser capaces de fabricar cosas.

¿Quién había pensado que estamos ante una cuestión exclusiva de un grupo profesional específico? La falta de estos profesionales tiene mucho que ver con el alto nivel de exigencia de una carrera en la que no siempre se corresponde el esfuerzo con la remuneración. Y esto tiene asimismo que ver con la existencia de problemas enquistados, como es el caso de un sistema educativo en el que prima el facilismo y que deja de lado la cultura del esfuerzo.

Manuel Acero, presidente del Instituto de Ingeniería de España, explicaba recientemente que los alumnos de Primaria y Secundaria en nuestro país "están desconectados de los conceptos de análisis y razonamiento. Cuando se enfrentan con la Universidad presentan limitaciones importantes de partida para acceder a las carreras técnicas". Y Jesús Rodríguez Cortezo, decano del Colegio Oficial de Ingenieros Industriales de Madrid, piensa que la disminución de afluencia de alumnos a las escuelas de Ingeniería se debe a que "vivimos en una sociedad fácil, en la que los criterios de excelencia están desprestigiados. Es un entorno poco exigente, en el que el esfuerzo no tiene el reconocimiento que debería. Pero el nivel de exigencia, que es alto, debe seguir así. Esto no es negociable, ahora que proliferan las escuelas y las universidades".

FRATERNALES SALUDOS,
Rodrigo González Fernández
DIOPLOMADO EN RSE DE LA ONU
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