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Sunday, October 22, 2006

nuevo periodismo se plantea Fernando Jauregui

 ¿Hay un nuevo periodismo?  
Fernando Jáuregui  plantea esta  importante y oportuna inerrogante
 
Con asistencia de casi quinientos estudiantes, dirijo estos días en Valencia un congreso sobre Nuevo Periodismo que, hay que reconocerlo, está arrojando conclusiones poco claras. Porque ¿está naciendo verdaderamente un nuevo periodismo? Al margen de las nuevas técnicas, que no son un fin en sí mismas, lo cierto es que poco queda de aquellos nobles afanes del "viejo" periodismo, que llevaba grabada en el alma la frase que figuró en tiempos en el frontispicio de algún gran medio anglosajón: "noticia es todo aquello que alguien no quiere que se publique". La situación actual tiende más bien a lo contrario: periodismo en todo aquello que alguien sí quiere que se publique. Gabinetes de comunicación, ruedas de prensa (a veces sin siquiera capacidad de preguntar), notas oficiales y oficiosas copan muchos contenidos de los medios, en detrimento del análisis, de la investigación y del sano escepticismo del informador "de raza". Es más: el escéptico es un periodista especialmente poco querido, ya sea en la Casa Blanca ("los periodistas son unos estúpidos escépticos", Bush dixit) o en La Moncloa, donde también se conocen comentarios curiosos del presidente Zapatero al respecto.

El concepto "nuevo periodismo" es ambiguo, equívoco, por tanto. No se refiere en particular a las tecnologías dominantes hoy, que tanto han transformado la manera de trabajar de los periodistas en los últimos quince años. Alude más bien a los conceptos revolucionarios que estas nuevas posibilidades abiertas por la tecnología facilitan a los periodistas. La interactividad, que permite que el receptor de la información sea casi tan importante como el emisor, la participación de los ciudadanos en la creación de información, son ya moneda habitual en los nuevos medios de comunicación. Y son elementos que impiden la proliferación de ese "periodismo predicador" tan en boga hoy en España, aunque no tanto en Europa: los desmanes informativos van a toparse con la crítica, las puntualizaciones y el rechazo del ciudadano.

Acontecimientos como este congreso, inaugurado por el Príncipe y por el president de la Generalitat valenciana y que este sábado será clausurado por la vicepresidenta Fernández de la Vega, sirven, al menos, para dar carta de respetabilidad a nuevos medios -que no nuevo periodismo como la prensa en Internet, tan denostada, generalizando acaso excesivamente, por muy respetables maestros de periodistas, aferrados a técnicas actuales, y, desde luego, combatida a veces por funcionarios gubernamentales, conscientes de que cualquier tipo de "control" se hace aquí más difícil. En apenas dos años, los periódicos en la Red han pasado a ser tratados "casi" como sus colegas, hermanos mayores, en papel. Los anunciantes han comprendido la influencia de estos periódicos, que acumulan, cada uno de ellos, miles de visitas únicas diarias. Lo que no quiere anunciar, ni mucho menos, la desaparición a medio plazo de la "era Gutenberg", de la prensa escrita de papel y de pago. Lo que ocurre es, dicen pensadores asistentes al congreso, que los periódicos con soporte papel habrán de repensar sus contenidos y funciones, mientras, paralelamente, la Red habrá de solidificarse, convertir los experimentos en realidades, sedimentar sus contenidos.

Todo ello no puede ser labor solamente de los periodistas: la información, dice el viejo y cínico lema, es demasiado importante como para dejarla en las solas manos de los periodistas. Hay que actualizar la normativa jurídica y la laboral (teletrabajo) a los tiempos actuales. Los informadores viven aún parcialmente regidos por la "ley Fraga", de 1966, lo que, vista la evolución política, social y tecnológica experimentada en estos cuarenta años, parece difícilmente concebible. Al mismo tiempo, se hace precisa una revolución en las mentes: resulta curioso que sobre la mesa de trabajo de muchos de nuestros banqueros, capitanes de empresa, políticos, no exista aún un ordenador. Cosa de secretarias, dicen algunos, ciegos y despectivos. Las nuevas fórmulas no se han impuesto todavía en las conciencias de la clase rectora. Y el miedo al cambio hace despreciar lo que se ignora.

El concepto "nuevo periodismo", que puede hacer referencia a tantas cosas (al fin y al cabo, lo inventó el ya veteranísimo Tom Wolfe), se convierte, así, en una llamada de atención. No se puede vivir de espaldas a esta revolución, que tendrá una intensidad mayor que la que supuso la irrupción de la televisión y que tendrá un alcance todavía incalculable, incluido el mundo de los negocios: al fin y al cabo, un portal dedicado a reproducir vídeos ajenos, con apenas treinta y cinco personas en plantilla y dos empresarios que lo crearon hace año y medio en un garaje, acaba de venderse por mil quinientos millones de euros. Ya no hay quien lo pare y tratar de poner puertas a este campo resulta un ejercicio inútil que lleva, por tanto, a la melancolía. Esa es la principal enseñanza que yo saco de este congreso -al fin, uno más sobre eso que llamamos, todavía, "nuevo periodismo".

 

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