La lógica de quien está acostumbrado a manejar el gusto de los demás Posted: 07 Jul 2007 12:36 PM CDT Un interesante artículo en The Economist, titulado "A change of tune", da algunos detalles acerca de cómo la industria de la música está afrontando el cambio de fuentes de ingresos que está viviendo el sector. Como Edgar Bronfman, CEO de Warner Music, comentó el mes pasado,
Los rendimientos derivados de vender pedazos de plástico son continuamente descendentes: hace siete años, dos tercios de los rendimientos derivados de un músico venían a través de la venta de música pregrabada, mientras que el tercio restante venía de giras, conciertos y merchandising. Hoy en día, estas proporciones se han invertido: toda la música grabada de The Police, por ejemplo, te la puedes comprar por menos de cien dólares o bajártela de la red, mientras que las mejores entradas para su concierto cuestan en torno a los novecientos dólares. Esto lleva a que si bien los músicos pueden seguir ganando dinero trabajando, los intermediarios dedicados fundamentalmente a meter música en un plástico y, sobre todo, a manipular los gustos del público, hayan visto drásticamente reducida su parte. Así, las discográficas están empezando a plantear nuevas estrategias en su relación con los artistas a quienes representan: hartos de tener que perseguir a los artistas para que dediquen más tiempo a promocionar unos discos que no les dan de comer en lugar de dedicarse a cantar sobre un escenario y a vender merchandising, las compañías han acuñado los llamados "contratos 360º", una forma de atar bien atado todas las fuentes de ingresos de las que un artista pueda disfrutar. En un contrato 360º, a diferencia de los contratos tradicionales, se incluye todo: venta de música grabada, conciertos, merchandising, y hasta esponsorizaciones y patrocinios, y de todo ello la discográfica se lleva su buena parte. La contrapartida, claro está, es la promoción del artista, lo que siempre fue realmente el negocio de las discográficas: no vender música, sino ser capaz de manipular los gustos de los clientes mediante todo tipo de técnicas de marketing. Al intentar controlar todas las fuentes del negocio, las discográficas llegan incluso a reservarse los derechos sobre los dominios de Internet asociados con el nombre de un artista determinado, para controlar así cualquier ingreso derivado de este canal y el uso del mismo como herramienta de promoción. Lógicamente, muchos artistas consolidados han rechazado este tipo de acuerdos, y algunos, como Prince, que fue el músico con mayores ingresos en 2004 y lo consiguió mayoritariamente gracias a los conciertos, han llegado a regalar su música para utilizarla como herramienta de promoción de sus otras fuentes de ingresos, lo que enfurece a las discográficas. Otros artistas, sin embargo, se ven abocados a este tipo de contratos en los que se invade el papel tradicional de las agencias de management de artistas: en algunos casos, las compañías discográficas llegan a montar o a comprar sus propias agencias de management, como han hecho Universal Music con Sanctuary o Warner Music con Front Line Management. En el fondo, se trata de intentar mantener el control sobre las fuentes de ingresos y sobre los gustos del mercado, aunque no seas más que un intermediario en prácticamente todo lo que haces. Las discográficas, cada día más, empiezan a verse prácticamente como venture capitalists, con todo lo que ello conlleva, una lógica que sólo se sostiene si te crees capaz de seguir dominando los gustos del público como en los tiempos de la payola. El contrato 360º es el argumento con el que los que tradicionalmente dieron forma a los gustos del mercado intentan retener el control de sus herramientas. Entendiendo por herramienta incluso al mismo artista y a quienes quieren disfrutar de su música. 360º contracts, artists, management agencies, music industry, record labels, The Economist |
Rodrigo González Fernández
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