Chávez, Bush y América Latina
Por años, América Latina se ha debatido entre ideologismos populistas y pragmatismos, mientras EE.UU. ha observado a la distancia y sin otras propuestas que la democracia y el libre comercio para enfrentar las carencias de los pueblos latinoamericanos. El ideologismo ha sido encabezado por el Presidente venezolano, Hugo Chávez, cuyas intromisiones y autoritarismo han trascendido a su país. En lo que va de este año, a su control del Congreso y del Poder Judicial, Chávez ha sumado atribuciones extraordinarias, organizaciones para perpetuarse, persecución a la prensa opositora, nacionalizaciones de empresas y controles de precios. Sus programas de adquisiciones militares se sitúan en ocho mil millones de dólares, sus promesas a otros gobiernos de la región superan los incumplibles 40 mil millones de dólares, y mantiene estrechos vínculos con Irán y Corea del Norte. Fuera de Cuba, Bolivia es el principal receptor de ayuda venezolana, que incluye asistencia militar. Argentina es el mayor deudor de Venezuela, por la venta de parte de su deuda pública. También Ecuador ha recibido una oferta de respaldo financiero determinante. Muchos países de Centroamérica y del Caribe dependen del petróleo venezolano subsidiado. Su poder es el del dinero y del desinterés o de la conveniencia táctica de muchos presidentes latinoamericanos para enfrentarlo.
A pesar de los financiamientos a movimientos políticos extranjeros, Chávez ha fracasado en lograr el respaldo popular en el exterior y es reprobado como gobernante en los estudios de opinión latinoamericanos. A ello se agrega el vacío por la indiferencia de EE.UU. respecto de América Latina: la ayuda que éste ha quitado a Bolivia ha sido más que compensada por Chávez.
Este panorama -de un Chávez sin contrapesos y de EE.UU. ausente- parece estar cambiando. En la reciente cumbre de Guyana se resolvió fortalecer al languideciente Grupo de Río, otrora relevante en la pacificación de Centroamérica. Con una participación significativa de Argentina, Brasil, México y Chile y la ausencia de Chávez, se acordó vigorizarlo y abocarlo a la agenda social del hemisferio. La iniciativa puede ser mirada con escepticismo, dada la tradicional ineficacia de los organismos regionales, pero también evidencia una disminución de la retórica. Por de pronto, hubo acuerdo en estipular que las cumbres presidenciales de este grupo serán bianuales y de contenido, en vez de las anuales, vacías e ideologizadas que las han precedido.
Otro cambio positivo -y tardío- es la visita del Presidente Bush a la región. Su presencia es una señal de interés y buena disposición, aunque, para muchos, con escasas propuestas y planes de cooperación significativos. A la vez, subsiste la desconfianza por el intervencionismo estadounidense en la política interna del continente. Pero la iniciativa de desarrollo de combustibles alternativos que lanzará con y desde Brasil, así como los programas educacionales, son del mayor interés para países como Chile, que no aspiran a asistencia financiera. Así, por lo demás, lo han manifestado sucesivos mandatarios nacionales.
Los gobiernos que interpretan a sus pueblos y que valoran sus libertades políticas y económicas deben unirse en el realismo de lo que conviene al desarrollo de la región a largo plazo, y reaccionar distanciándose claramente de Chávez. Mientras éste no vea diferenciación, seguirá horadando la democracia y amenazando la convivencia pacífica en la región. A su vez, para retomar su liderazgo, Estados Unidos debe lanzar un programa moderno y comprensivo de cooperación y, desde luego, demostrar que ha abandonado el intervencionismo, levantar las barreras para los productos agrícolas y reformar su política de inmigración, que perjudica a millones de inmigrantes del continente.
RODRIGO GONZALEZ FERNANDEZ
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