Rodrigo González Fernández, director de observatoriopolitico.blogspot.com ha dicho:
"NOSOTROS NOS QUEJAMOS EN CHILE Y COMENTAMOS ..... SI SE TERMINÓ O NO LA TRANSICIÓN. DECIMOS QUE HAY SEVERAS CONTRADICCIONES Y FALENCIAS DEMOCRÁTICAS Y MIREMOS LO QUE SUCEDE EN ESPAÑA....
España necesita una 'Segunda Transición'
España necesita realizar con urgencia una "Segunda Transición" que esta vez nos lleve, de verdad, hasta la democracia.
Cada vez resulta más evidente que la famosa Transición Española que se inició a la muerte del general Franco, no fue el paso desde la dictadura a la democracia, sino que fue sólo la sustitución del poder franquista por el poder de los partidos políticos.
Nadie hizo nada entonces por instaurar una cultura democrática en España. Nadie explicó a los españoles que la democracia no es sólo votar en las urnas sino, sobre todo, un gran pacto ciudadano para vivir juntos en paz, libertad y armonía. A nadie le interesó explicar entonces que cuando el Estado deja de tener controles ciudadanos, deja de ser democrático. A nadie le interesaba respetar el ámbito del poder ciudadano, ni la salud de la sociedad civil. Hasta la nueva legislación democrática resultó incompleta, sin que quedaran garantizadas la igualdad, la justicia equitativa o el derecho a votar libremente, cercenado por unas listas cerradas y bloqueadas que sólo benefician a las elites de los partidos políticos.
El fracaso de la transición se produjo por dos factores claves: el primero fue que se le otorgó a los partidos políticos un poder desmesurado, sin controles cívicos y similar al que disfrutaban las elites franquistas, poder que incluia una generosa financiación con dinero público; el segundo fue que nadie se ocupó de formar a la ciudadanía en la nueva cultura democrática, quizás porque los partidos preferían gobernar a un rebaño narcotizado que a unos ciudadanos conscientes y soberanos.
La transición española fue poco más que unos partidos que irrumpieron y ocuparon los espacios que antes ocupaba el franquismo, la sustitución de una casta política agotada por otra cargada de "hambre de poder" y de energías, que fue acogida con entusiasmo por la sociedad. Sólo eso, sin que en ningún momento se hiciera algo por construir una verdadera democracia.
Ahora, las carencias de entonces están dando la cara y causando estragos:
La política, atiborrada de poder y de privilegios, no da la talla y los partidos, en plena decadencia moral y política, se despedazan entre ellos, anteponiendo los propios intereses de poder al bien común, incapaces de alcanzar el consenso ni siquiera en asuntos de especial interés colectivo.
El pueblo, que ha sido aborregado y narcotizado eficientemente durante un cuarto de siglo, es hoy incapaz de reconocer los riesgos que le amenazan y que ponen en peligro la continuidad de España como país. La masa aborregada reacciona ante el peligro con instinto gregario, agrupándose con los suyos, incrementando el nivel de fanatismo, dejando de ser ciudadanos conscientes para actuar como "hooligans" de sus repectivas ideas y partidos.
El Estado de Derecho no responde en tiempos de crisis y exhibe, vergonzosamente, sus grandes carencias, con los poderes básicos (legislativo, judicial y ejecutivo) infiltrados y dominados por los partidos políticos, con naciolistas totalitarios y anticonstitucionales campeando por el poder, formando parte de los gobiernos y destruyendo la red nerviosa de la nación, sin una sociedad civil fuerte que sirva de contrapeso al Estado, sin instituciones sólidas, sin una poderosa armadura ética que preserve los valores y los grandes pactos que sirven de espinazo a la nación.
España necesita una segunda transición que sea capaz de construir una democracia auténtica, no el esperpento que estamos viviendo, con eun Estado bajo control, con partidos políticos menos poderosos y al servicio de la sociedad, no de sus propios intereses, financiados por sus propios militantes y simpatizantes, una democracia que devuelva al ciudadano su soberanía y protagonismo democrático, con una sociedad civil fuerte y libre, con unos medios de comunicación libres y preservados de la corrupción y de esos pactos de hierro con los grandes poderes que les amordazan, con los poderes básicos del Estado funcionando de manera independiente y con un sistema electoral que permita al ciudadano ejercer su derecho inalienable a elegir, lo que implica eliminar las antidemocráticas listas cerradas y bloqueadas que convierten a los partidos políticos en "dictadores" de facto.
España, aunque sea doloroso reconocerlo, necesita reconstruir su sistema y transformar la oligarquía de partidos construida entre 1975 y 1978 en una verdadera democracia, con un Estado de Derecho que esté al servicio de los ciudadanos y no de las elites poderosas que en su día, entre aplausos insensatos e imprudentes, sustituyeron al autoritarismo franquista por otro autoritarismo, el de la oligocracia de partidos.
Voto en Blanco
Cada vez resulta más evidente que la famosa Transición Española que se inició a la muerte del general Franco, no fue el paso desde la dictadura a la democracia, sino que fue sólo la sustitución del poder franquista por el poder de los partidos políticos.
Nadie hizo nada entonces por instaurar una cultura democrática en España. Nadie explicó a los españoles que la democracia no es sólo votar en las urnas sino, sobre todo, un gran pacto ciudadano para vivir juntos en paz, libertad y armonía. A nadie le interesó explicar entonces que cuando el Estado deja de tener controles ciudadanos, deja de ser democrático. A nadie le interesaba respetar el ámbito del poder ciudadano, ni la salud de la sociedad civil. Hasta la nueva legislación democrática resultó incompleta, sin que quedaran garantizadas la igualdad, la justicia equitativa o el derecho a votar libremente, cercenado por unas listas cerradas y bloqueadas que sólo benefician a las elites de los partidos políticos.
El fracaso de la transición se produjo por dos factores claves: el primero fue que se le otorgó a los partidos políticos un poder desmesurado, sin controles cívicos y similar al que disfrutaban las elites franquistas, poder que incluia una generosa financiación con dinero público; el segundo fue que nadie se ocupó de formar a la ciudadanía en la nueva cultura democrática, quizás porque los partidos preferían gobernar a un rebaño narcotizado que a unos ciudadanos conscientes y soberanos.
La transición española fue poco más que unos partidos que irrumpieron y ocuparon los espacios que antes ocupaba el franquismo, la sustitución de una casta política agotada por otra cargada de "hambre de poder" y de energías, que fue acogida con entusiasmo por la sociedad. Sólo eso, sin que en ningún momento se hiciera algo por construir una verdadera democracia.
Ahora, las carencias de entonces están dando la cara y causando estragos:
La política, atiborrada de poder y de privilegios, no da la talla y los partidos, en plena decadencia moral y política, se despedazan entre ellos, anteponiendo los propios intereses de poder al bien común, incapaces de alcanzar el consenso ni siquiera en asuntos de especial interés colectivo.
El pueblo, que ha sido aborregado y narcotizado eficientemente durante un cuarto de siglo, es hoy incapaz de reconocer los riesgos que le amenazan y que ponen en peligro la continuidad de España como país. La masa aborregada reacciona ante el peligro con instinto gregario, agrupándose con los suyos, incrementando el nivel de fanatismo, dejando de ser ciudadanos conscientes para actuar como "hooligans" de sus repectivas ideas y partidos.
El Estado de Derecho no responde en tiempos de crisis y exhibe, vergonzosamente, sus grandes carencias, con los poderes básicos (legislativo, judicial y ejecutivo) infiltrados y dominados por los partidos políticos, con naciolistas totalitarios y anticonstitucionales campeando por el poder, formando parte de los gobiernos y destruyendo la red nerviosa de la nación, sin una sociedad civil fuerte que sirva de contrapeso al Estado, sin instituciones sólidas, sin una poderosa armadura ética que preserve los valores y los grandes pactos que sirven de espinazo a la nación.
España necesita una segunda transición que sea capaz de construir una democracia auténtica, no el esperpento que estamos viviendo, con eun Estado bajo control, con partidos políticos menos poderosos y al servicio de la sociedad, no de sus propios intereses, financiados por sus propios militantes y simpatizantes, una democracia que devuelva al ciudadano su soberanía y protagonismo democrático, con una sociedad civil fuerte y libre, con unos medios de comunicación libres y preservados de la corrupción y de esos pactos de hierro con los grandes poderes que les amordazan, con los poderes básicos del Estado funcionando de manera independiente y con un sistema electoral que permita al ciudadano ejercer su derecho inalienable a elegir, lo que implica eliminar las antidemocráticas listas cerradas y bloqueadas que convierten a los partidos políticos en "dictadores" de facto.
España, aunque sea doloroso reconocerlo, necesita reconstruir su sistema y transformar la oligarquía de partidos construida entre 1975 y 1978 en una verdadera democracia, con un Estado de Derecho que esté al servicio de los ciudadanos y no de las elites poderosas que en su día, entre aplausos insensatos e imprudentes, sustituyeron al autoritarismo franquista por otro autoritarismo, el de la oligocracia de partidos.
Voto en Blanco
Viernes 15 Diciembre 2006
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