Patricio Navia: chile y las reformas de Bachelet
Los ayatolas de Michelle Bachelet
El gobierno de Bachelet debe asegurarse que sus propuestas tengan el apoyo tanto de los partidos de izquierda como de los partidos más moderados de la Nueva Mayoría.
Infolatam
Nueva York, 10 julio 2014
Por PATRICIO NAVIA
(Especial Infolatam).- Apenas cumplidos sus primeros cien días en el poder, la Presidenta de Chile Michelle Bachelet se encuentra en una incómoda posición. Aunque la política es el arte de forjar acuerdos,Bachelet ha permitido que algunos de sus aliados del movimiento estudiantil se conviertan en guardianes de la fe, o ayatolas, que restringen la capacidad de Bacheletpara negociar acuerdos políticos.
Después de haber sido electa con una incuestionable mayoría, Bachelet asumió su segundo periodo en el poder (2014-2018) alimentando todavía más las ya altas expectativas sobre los logros que alcanzaría su gobierno. Reiterando su promesa de impulsar transformaciones profundas (que incluyen una reforma tributaria, reforma educacional que elimine el lucro y de gratuidad a la instrucción universitaria, reforma electoral y nueva constitución), Bachelet inició su gobierno comprometiéndose con 50 reformas en sus primeros cien días en el poder. Aunque muchas de esas reformas eran cambios simbólicos y otros comprendían solo el envío de proyectos de ley al congreso (no la promulgación de nuevas leyes), los primeros tres meses de gobierno deBachelet estuvieron marcados por una premura excesiva y una alta presión por cumplir su simbólica promesa de campaña.
Ahora que su primera meta autoimpuesta ha sido cumplida, y dado que las reformas siempre involucran negociaciones con los actores afectados y con los partidos políticos representados en el Congreso, el gobierno de Bachelet debe ahora demostrar capacidad para negociar acuerdos y construir coaliciones. Es cierto que la izquierdista coalición Nueva Mayoría (exConcertación) tiene mayoría en ambas cámaras del congreso. Pero las discrepancias entre los partidos miembros sobre los alcances de la reforma tributaria y la reforma educacional plantean un desafío complejo para el gobierno. Aunque no resulte necesario negociar con la derechista Alianza, el gobierno de Bachelet debe asegurarse que sus propuestas tengan el apoyo tanto de los partidos de izquierda como de los partidos más moderados de la Nueva Mayoría.
Las diferencias ideológicas y tácticas entre los partidos de izquierda—Comunista, Socialista, Partido por la Democracia, Radical Social Demócrata y otros grupos menores—y el centro-izquierdista Partido Demócrata Cristiano (PDC) se han hecho evidentes en semanas recientes. De hecho, la verdadera oposición a Bachelet se articula desde el PDC. Los dos partidos de derecha, UDI y Renovación Nacional, solo pueden aspirar a sumar su apoyo a las propuestas alternativas que emanen del PDC. Si el PDC abandona a Bachelet, la popular presidenta no contará con mayoría en el Congreso para sus reformas.
En circunstancias normales, cualquier presidente se sentaría a negociar con el partido que tiene los votos para dar mayoría en el Congreso. Pero en vez de salir a seducir y convencer al PDC, el gobierno ha optado por antagonizar con los líderes más conservadores de ese partido. Representantes de los partidos de izquierda de la Nueva Mayoría han expresado públicamente su rechazo a los llamados del PDC que llaman a asegurar que las reformas a implementar sean de centro-izquierda y no solo de izquierda.
Apostando a que el PDC finalmente agachará la cabeza y aceptará votar a favor de las reformas que quiere Bachelet—en especial la reforma tributaria y la educacional—el gobierno hasta ahora se había negado a aceptar las condiciones impuestas por el PDC. En días recientes, ante el temor que el PDC impida las reformas, La Moneda ha dado tímidas señales de estar dispuesta a realizar concesiones. Pero no ha sido suficiente, las fuerzas conservadoras del PDC quieren moderar aún más las reformas. La izquierda en cambio, parece determinada a intentar forzar la mano del PDC.
Por cierto, bien pudiera ser que el PDC también esté siendo intransigente al negarse a apoyar las propuestas deBachelet. Como partido de la Nueva Mayoría, el PDC suscribió un acuerdo para apoyar el programa de gobierno de Bachelet. Pero ya que tiene la última palabra en el Congreso—porque sin los votos de los senadores PDC, la Nueva Mayoría deja de tener mayoría, el PDC puede darse el lujo de introducir todos los matices que estime necesarios a las reformas que ha propuesto la Presidenta Bachelet.
La razón por la que el gobierno se ha resistido a aceptar las condiciones que pone el PDC está en la presión que ejercen los sectores más radicales de izquierda. En particular, la llamada bancada estudiantil (un grupo de cuatro diputados, que fueron líderes del movimiento universitario hasta antes de ser candidatos) se ha alzado como un poder de veto efectivo que ha limitado la capacidad de Bachelet para negociar acuerdos con las fuerzas más moderadas de su coalición.
En su esfuerzo por ganarse el apoyo de los líderes estudiantiles, Bachelet impensadamente convirtió a la bancada estudiantil en los guardianes de la fe del programa de reformas de la Nueva Mayoría.
Aunque solo dos de los cuatro diputados (las legisladoras comunistas Camila Vallejo y Carol Kariola) son formalmente parte de la Nueva Mayoría, Bachelet intervino como candidata para facilitar la elección del independiente Giorgio Jackson. Además, la ex presidenta buscó enviar señales al movimiento estudiantil al comprometerse a muchas de sus demandas. Por ejemplo, pese a haber estado inicialmente opuesta a la educación universitaria gratuita, Bachelet cambió de postura para satisfacer al movimiento estudiantil, cuyo apoyo la entonces candidata diligentemente buscaba.
En su esfuerzo por ganarse el apoyo de los líderes estudiantiles, Bachelet impensadamente convirtió a la bancada estudiantil en los guardianes de la fe del programa de reformas de la Nueva Mayoría. Convertidos en unos ayatolas que se creen depositarios del mandato popular y representantes de los ideales del movimiento estudiantil, los líderes estudiantiles han adoptado posturas radicales que obstaculizan los esfuerzos por construir acuerdos que siempre deben existir en democracias multipartidistas.
Apoyados por legisladores de izquierda que, por ideología personal o cálculos electorales, los ayatolas de la reforma tributaria y de la reforma educacional amenazan con arruinar lo que debiera ser un resonante éxito paraBachelet, la concreción de un acuerdo amplio—que incluya también a partidos de la derechista Alianza—a favor de una reforma tributaria que dote al sector público de más recursos para financiar programas sociales que reduzcan la desigualdad. En educación, los sectores más intransigentes también amenazan con bloquear los avances graduales y moderados so pretexto de que se debe transformar profundamente el modelo educacional.
Después de la revolución de Irán en 1979, los gobiernos siempre han estado bajo el tutelaje de los ayatolas, que limitan el campo de acción de los civiles democráticamente electos. Bachelet debe demostrar que en la Nueva Mayoría no hay ayatolas y que ella tiene tanto la potestad como la legitimidad democrática para negociar y construir acuerdos. De lo contrario, el futuro de su gobierno será menos auspicioso y los loables logros que ella puede alcanzar con reformas graduales e incrementales serán bloqueados por esos guardianes de la fe dominados por el dogmatismo más que por el arte de hacer política.
Saludos
Rodrigo González Fernández
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