El primer proyecto de ley que incluía el divorcio vincular en Chile fue presentado en 1914, pero fue recién en 2004, con la nueva Ley de Matrimonio Civil, que éste se incorporó a la legislación, transformándose Chile en el penúltimo país occidental en permitir el divorcio (hoy sólo queda Malta).
Mucho se discutió en su momento, pero poco se ha dicho sobre qué ha pasado desde entonces. En un trabajo próximamente disponible en la página web del Centro de Estudios Públicos intento averiguarlo desde una perspectiva empírica, abordando algunas preguntas relativas a las expectativas y temores que por largos años de debate recayeron sobre la llamada Ley de Divorcio. Pese a la escasez de datos y a que aún no ha pasado tiempo suficiente como para comprender cabalmente los efectos de esta ley, he podido extraer algunas conclusiones preliminares, de las cuales resumiré cuatro.
Primero, la nueva ley extendió la posibilidad de una disolución legal del vínculo matrimonial: la nulidad -que era el mecanismo disponible hasta 2004- tenía una tasa de cerca de 0,4 cada mil habitantes, mientras que la tasa de divorcio en 2009, la más alta desde entonces, fue de 3,2. Aun así, y considerando que al momento de promulgarse la ley había ya una acumulación de parejas que querían divorciarse, la tasa de divorcio en Chile no es sustancialmente mayor a la de otros países desarrollados y latinoamericanos, siendo bastante menor, por ejemplo, a las de EE.UU. y Uruguay.
Segundo, la distribución de los divorcios es considerablemente menos desigual que la de las nulidades: la relación entre las tasas de las veinte comunas de mayor y menor nivel socioeconómico pasó de ser ocho veces bajo la nulidad a sólo 1,3 veces bajo el divorcio. A la vez, el porcentaje que pertenece a los dos quintiles de menores ingresos es 23 entre los anulados y 33 entre los divorciados. Así, el divorcio hizo más igualitario el acceso a la regulación de una situación que se da en los hechos. Esto no sorprende, pues para anularse se requería contratar un abogado, mientras que hoy es posible divorciarse gratis en la Corporación de Asistencia Judicial.
Tercero, tras la ley se observa un aumento relevante en la tasa de matrimonio, más aún si se considera la fuerte tendencia decreciente que ésta llevaba desde 1989. Una parte del aumento se debe a que personas casadas pero separadas pudieron obtener el divorcio y volvieron a casarse. Pero hay otra parte que podría atribuirse a que el divorcio facilitó la decisión de matrimonio, pues lo hizo menos definitivo. El análisis estadístico realizado sugiere que tras la ley, incluso al restar las segundas nupcias y controlar por otros factores, habría habido un aumento de más de uno en la tasa, algo no menor para un país donde ésta no llega a los cuatro matrimonios cada mil habitantes.
Cuarto, en base a la encuesta Casen 2009, se evalúa si las mujeres divorciadas están quedando más protegidas que aquellas que están sólo separadas, en términos de transferencias de ingreso por parte de sus ex maridos. Con esto, se busca evaluar si la ley está cumpliendo, en alguna medida, con uno de sus principales objetivos, el cual es proteger, tras una ruptura, a la parte más débil -en general la mujer y, por cierto, los hijos-. Los resultados indican que, controlando por muchos factores, las divorciadas efectivamente recibirían más ingresos que las separadas. Por ejemplo, entre las separadas jefas de hogar y con hijos, el hecho de ser divorciada aumentaría la probabilidad de recibir pensiones alimenticias en cerca de 10%.
Esto último es especialmente importante si se considera que la evidencia dice que, en general, tras una separación el estándar de vida del hombre aumenta mientras que el de la mujer y el de los hijos caen abruptamente. Para el 27% de hogares chilenos pobres que tiene una jefa de hogar separada, el divorcio puede significar una diferencia.
En suma, la existencia del divorcio ha permitido que se regule de forma más equitativa la triste, pero habitual situación de las rupturas matrimoniales y, al menos desde un punto de vista numérico, los datos por ahora no sugieren que el matrimonio haya perdido importancia.
CONSULTEN, OPINEN , ESCRIBAN .
Saludos
Rodrigo González Fernández
Diplomado en "Responsabilidad Social Empresarial" de la ONU
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