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|  (Publicado : 8/12/2007, 5:0 horas)
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Axel Kaiser |
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A diferencia de lo que plantea Velasco, nuestra economía está enferma. Estamos desarrollando un cáncer en el aparato productivo
Si el mundo estuviera cayéndose a pedazos, de algún modo Velasco se las arreglaría para convencernos de lo contrario. Sacaría estadísticas del sombrero, gráficos de la manga y convocaría autores desde el más allá para persuadirnos de que lo que vemos no es real. Algo por el estilo hizo en el último seminario de Icare. Sí, porque con su ponencia, nuestro ministro de Hacienda dio impresión de que la economía chilena jamás ha sido mejor manejada y que todos los problemas -inflación, bajo crecimiento, etc- son causados por factores completamente exógenos.
Pero la verdad es que Velasco no incluyó en sus modelos las variables que realmente comienzan a costarnos la posibilidad de llegar al desarrollo. Cosas como que en los últimos cinco años la cifra de emprendedores se desplomó en un 40% o que abrir una empresa en Chile toma diez veces más tiempo que en Estados Unidos a un costo cuatro veces superior.
Esas son las realidades de la gente de a pie, asfixiada por la sobre regulación estatal y liquidada por una carga tributaria excesiva y mal gastada. Tan mal está esa gente que ya ni siquiera quiere tener hijos, porque no sabe de donde va a sacar la plata para ofrecerles un pasar digno. Por supuesto, el Estado jamás va a permitir que parte de los gastos en educación sean deducibles del impuesto a la renta por ejemplo. Eso sería un sacrilegio neoliberal.
Velasco sabe de sobra que si realmente queremos llegar al desarrollo lo primero que debemos hacer es una liposucción al cada vez más obeso aparato estatal. Y luego tenemos que ponerlo a dieta para que no vuelva a engordar. Es decir, debemos transformar la grasa en músculo; el volumen en eficiencia. Esto implica eliminar y diminuir una serie de impuestos como el de herencia -que es nefasto para la pyme-, el de timbres y estampillas - que encarece el crédito-, el impuesto a la renta -que castiga el capital humano-, las contribuciones a los bienes raíces - que perjudican a la clase media- y el IVA - que liquida a los más pobres. Luego habría que eliminar el estatuto docente y todo tipo de inamovilidades de funcionarios públicos para después flexibilizar el mercado laboral -que tiene a más del 40% de los jóvenes cesantes- y bajar en general todas las barreras a la entrada que protegen a los grandes en perjuicio de los emprendedores.
Todo eso es necesario, porque, a diferencia de lo que plantea Velasco, nuestra economía está enferma. Estamos desarrollando un cáncer en el aparato productivo alimentado por legislaciones desastrosas que premian la ineficiencia, incitan al conflicto y concentran los mercados.
Debiéramos aprender de Estonia, un país que hace 15 años tenía un ingreso per cápita equivalente a la mitad del chileno y que hoy, luego de una revolución económica liberal, tiene el doble. Así de radical fue el salto: de la miseria socialista a la opulencia capitalista. Pero lo interesante del cuento es que según Mart Laar, el primer ministro que hizo posible el "milagro estonio", parte de su inspiración la encontró en el modelo chileno desarrollado en los setenta y ochenta.
Tan sencillo como eso. Si volvemos al modelo, volverá el 8% de crecimiento anual. El resto es parafernalia econométrica.
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