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Dice Tom Peters, el "gurú de gurús", que las mujeres son mejores líderes que los hombres y por lo tanto deberían tener abiertas todas las puertas que llevan al mando en el universo de la nueva economía. Es una cuestión no sólo de lógica, sino también de supervivencia empresarial: si las mujeres son las que toman la mayor parte de las decisiones de consumo y además, según Peters, están mejor dotadas en lo que se refiere a inteligencia emocional, clave para desenvolverse con éxito en el entramado de relaciones laborales y sociales del mundo actual, las empresas y sociedades que quieran sobrevivir deberán transformarse para integrar internamente esta realidad.
Citando a una experta en temas relacionados con el papel de la mujer en el mundo del trabajo, dice Peters que el secreto para conseguir este cambio organizativo es lo que llama la "regla de tres": tener tres mujeres en los puestos de alta dirección, en la cumbre de la empresa. Tres, exactamente tres, dice, constituyen la "masa crítica" mínima necesaria. Menos de tres se convierte en algo simbólico, en una anomalía.
El problema de las cuotas, estén basadas en números redondos como el tres o en porcentajes, como la ley de paridad vigente en España, es que a veces no hacen justicia al verdadero valor de quienes llegan a las posiciones de mando. Por ejemplo, María Teresa Fernández de la Vega, Esperanza Aguirre y Rosa Díez, por citar sólo tres ejemplos de primera línea, son mucho más relevantes que la mayor parte de los hombres con los que comparten poder (o aspiran a compartirlo), cada una en su respectivo redil.
En teoría, las cuotas existen para asegurar que, a pesar de la mediocridad que pueda entrar con ellas, se generan espacios de oportunidad para que el talento se manifieste. Pero la realidad política española actual parece empeñada en demostrar precisamente lo contrario, esto es, que el talento disminuye de manera proporcional a la cuota exigida para darle entrada. No es un acertijo. Si comparamos la presencia femenina en los gabinetes de Felipe González con las mujeres que han llegado de la mano de Rodríguez Zapatero, seguramente habrá quien convenga conmigo en que la autonomía, capacidad de influencia y relevancia personal de mujeres como Carmen Alborch, Cristina Alberdi o incluso Matilde Fernández es superior a la de señoras como Carmen Calvo, María Antonia Trujillo o Magdalena Alvarez, por citar algunos ejemplos.
De hecho, tengo la impresión de que a pesar de cuidar tanto la aritmética, el PSOE ha perdido la batalla del verdadero liderazgo femenino. Se lo ha arrebatado la única mujer a la que, por primera vez desde la Transición, la opinión pública, independientemente de a quién vote luego cada uno, es capaz de identificar como candidata a la presidencia de la nación. Puede que la "lideresa" Aguirre se quede a mitad de camino. Pero nadie podrá arrebatarle el mérito de haber roto el techo de cristal de la política española. Y sin necesidad de cuotas.
Rodrigo González Fernández
DIPLOMADO EN RSE DE LA ONU
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