"No quería dejarlo, el cigarrillo era como un amigo", dice Graciela. Pero la insistencia de su hija pudo más y terminó sentada en la sala de espera del centro médico donde funciona el Programa de Cesación de Tabaco para Personas con Riesgo Cardiovascular de la Universidad Católica. No creía en esos programas. Fumaba 25 cigarros diarios por más de 20 años. Y esa rutina no se acababa de un día para otro. Estaba convencida. Pero decidió intentarlo por su hija. "La primera semana nos dieron tareas, entre ellas reducir la cantidad de cigarrillos que fumaba. A las horas estaba que cortaba las huinchas. Pero me di cuenta que me ayudaban los medicamentos y el esperar diez minutos antes de empezar a fumar otra vez", asegura.
Entre penurias -abtinencia- y evitando recaídas, Graciela Romero (57) llegó al famoso día D. "Ese día me encerraron en una pieza y me dieron una cajetilla de cigarrillos. Sentada en el baño debía fumar uno tras otro sin parar. Los que sobraban se botaban. Ese es el día D o "el funeral", como le llaman, porque de ahí en adelante no se puede fumar nunca más".
Graciela -quien hoy está en etapa de mantención- no es la única que ha sorteado con éxito este programa. A Nancy Cortés (47) una diabetes puso en jaque el vicio más preciado. Su médico le advirtió que si no paraba de fumar, moriría de un infarto a dos años plazo. "Lo terrible es que muchas veces intenté dejarlo, pero no pude sola. Es que adoraba el cigarrillo", confiesa.
A diferencia de Graciela ella sí vivió el calvario del síndrome de abstinencia. Como sucede con todo adicto. "Me sudaban las manos y me acercaba a la gente en la calle para ver si su ropa tenía olor a tabaco", recuerda. Pero no estaba sola. Contó con el apoyo de su marido e hijas y el de la sicóloga del programa. Eso sin contar los chicles de nicotina que rabiosamente mascaba para olvidar sus ganas.
"Llené mi casa con letreritos en los que estaba escrito el compromiso que adquirí de cuidar mi salud. Para la ansiedad, mi hija -que estudia enfermería- me dio un lápiz romo en las puntas que simulaba un cigarro. Cuando me lo llevaba a los labios se imaginaba que era un pucho y me calmaba un poco. Al comienzo pasaba todo el día con él en la boca", dice riendo.
Cuando cumplió el mes de abstinencia, Nancy sintió que triunfaba en esa pelea contra ella misma. "¡Es una de las mejores cosas que hecho en mi vida! Si hasta el pelo me cambió. Antes parecía una estopa. También mi piel luce mejor y la relación con mi marido ha mejorado notablemente. Este mes cumplo 8 meses sin fumar", dice orgullosa.
Lo mismo le acontece a Graciela. "Siento que lo más importante que me sucedió fue que me subió la autoestima. Si pude dejar un hábito que practiqué por 37 años ¿qué otras cosas podría hacer que antes consideraba imposibles?".
Más de un 70% de éxito
Graciela y Nancy son dos de las 20 personas que han ingresado al nuevo Programa Cesación de Tabaco para Personas con Riesgo Cardiovascular de la Universidad Católica. El plan partió en octubre de 2006 y a la fecha ha logrado un 70% de abstinencia en sus pacientes, según Claudia Bambs, jefa del programa. Su costo es accesible: 120 mil pesos, en bonos Fonasa.
Para ambas pacientes el apoyo de los fármacos, la doctora y sobre todo la sicóloga son fundamentales en el éxito de la terapia. "Son muy importantes en un proceso en que los pacientes incluso llegan a extraerse pedazos de piel por la abstinencia obligada", dice Graciela.
Por su parte, Claudia Bambs, jefa del programa de la PUC asegura que la terapia debe su éxito al trabajo multidisciplinario con la variedad de tratamientos para dejar de fumar que existen hoy en día y que pueden dividirse en tres tipos. Primero está el tratamiento nicotínico que incluye todas las formas de administración de nicotina, en una cantidad suficiente para disminuir los síntomas del síndrome de abstinencia. El uso de esta terapia duplica las posibilidades de éxito en dejar de fumar. En Chile los tratamientos nicotínicos están disponibles en forma de parches dérmicos y chicles. En otros países existen en forma de spray nasal, inhalador bucal, tabletas sublinguales y caramelos de nicotina.
Otros son los tratamientos no nicotínicos. Entre ellos se encuentra -en primera línea- el Bupropion, un antidepresivo que ha probado su efectividad en la terapia de cesación de tabaco, pese a que su mecanismo de acción antitabaco es desconocido. Su empleo se asocia a abstinencia en casi un 30% e incluso más si se asocia con suplementos de nicotina. Otro fármaco que ha probado sus cualidades, y que está en Chile es Varenicline (Champix), fármaco antitabaco de primera línea, aprobado recientemente por la FDA. "Varenicline imita de manera parcial el efecto de la nicotina en el circuito de recompensa cerebral. Así disminuye el síndrome de abstinencia que ocurre al dejar de fumar y produce una desensibilización de los receptores a la nicotina, que se traduce en tasas significativamente mayores de abstinencia en el primer mes sin fumar. Otra ventaja es que ha demostrado no tener efectos secundarios importantes".
Por último está la psicoterapia. La jefa del programa de la PUC asegura que la terapia psicológica de tipo cognitivo conductual es una herramienta muy útil contra el tabaquismo. "Está demostrado que triplica las posibilidades de tener éxito en dejar de fumar".
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