"Hecho en Italia", pero por chinos | |||||||||||||
El rápido influjo de los trabajadores inmigrantes chinos y el dramático impacto que tienen en el mercado laboral han sorprendido a Italia con la guardia baja, particularmente en los centros industriales del norte. Prato, la principal ciudad textilera de Italia, se encuentra en el corazón de un choque cultural que está transformando la manera en que opera la industria textil. Los inmigrantes chinos están llegando a Prato para trabajar en las miles de fábricas, almacenes y maquiladoras de la ciudad que proveen de ropa e hilo a la industria de la moda italiana.
Y las autoridades están preocupadas. "Muchos de los chinos aquí son 'clandestini', ilegales. Tenemos grandes dificultades para detenerlos. Y desde que llegaron, ha crecido el delito en la ciudad", dice Francesco Nannucci, director de investigaciones de la policía de Prato.
En una redada, diez chinos indocumentados fueron descubiertos en una maquiladora de una calle marginal, trabajando con máquinas de coser. Había un niño presente, camas, un baño y una cocina. Dormían, cocinaban, trabajaban y criaban a sus hijos en ese pequeño almacén. Transformación global Hasta un tercio de los inmigrantes chinos en Italia podrían ser ilegales.
Los chinos están transformando la forma en que opera la industria textil en Italia y están llevando la globalización a un reacio mercado italiano. Miles de chinos encuentran empleo en las fábricas y almacenes en las zonas industriales de las afueras de Prato. Muchos de esos sitios son ahora propiedad de patrones chinos. La mayoría viene de una ciudad en China, Wenzhou, situada en la provincia de Zhejiang, justo al sur de Shanghai, también una región textilera. Llegan a Italia de una de dos maneras: sea con ayuda de bandas delictivas de tráfico humano o como turistas que se quedan más tiempo del que dictan las visas.
Es ahí donde está el trabajo y donde están establecidas las redes chinas que permiten absorber a los recién llegados. "Mi familia entera está aquí: mi tío, mi tía, mi madre, mi padre y mi hermana", explica Cheng, joven de 18 años parado entre percheros de miles de camisetas, faldas, pantalones y vestidos. "Trabajamos muy duro", presume. "¡Algunas veces día y noche!". Moda Pronto En el taller situado atrás del almacén, Cheng y su familia trabajan duro para producir esta ropa en un tiempo tan corto como sea posible, y tan barato como sea posible. Pueden rebajar el precio -y los salarios- de sus homólogos italianos. El pago que reciben podría ser tan bajo como US$3 la hora, y podrían producir 20 vestidos por sólo US$200 en total. La ropa es comprada por vendedores de toda Italia y del resto de Europa. Prato se ha convertido en el principal centro de distribución de lo que se ha venido a llamar la "Moda Pronto" o "moda rápida". Esta es una invención china: mercancía "hecha en Italia" producida bajo condiciones chinas. Prato también se ha convertido en un centro para la importación de ropa barata de la misma China. Tiempos difíciles En la última década, Italia sufrió algunos duros golpes económicos.
El alcalde de Prato, Marco Romagnoli, está preocupado. "Los chinos son una comunidad muy fuerte, muy entretejida, y nuestras dos culturas son muy diferentes. Muchos italianos los acusan de los problemas económicos. "Y conforme los chinos se vuelven más ricos, compran grandes porciones de nuestro sector textil, usando sus vínculos con China para volverse más poderosos". Líderes empresariales atribuyen la caída dramática en exportaciones y productividad al alto costo del mercado laboral de Italia, a la fuerza del euro y a la debilidad del dólar. Pero también apuntan el dedo a la inundación de inmigrantes chinos en las fábricas de Italia. "Todos subestimaron el impacto de esto. Socialmente es un desastre. Los chinos no se mezclan con nosotros ni hablan la lengua. Ha sido una conmoción", dice Carlo Longo, un empresario de hilo italiano y presidente de la Confederación de Industriales en Prato. "Tenemos que destinar muchos recursos para los chinos en la ciudad. Y muchos de ellos trabajan en el 'mercado negro', no pagan impuestos ni contribuyen a los costos de la ciudad. Mis colegas se resienten de tener que apegarse a las reglas, cuando los chinos no lo hacen". "Lo que pasa en Prato", añade, "es norma para toda Italia. Me temo que lo que ha pasado en Milán podría pasar aquí en Prato". Tensiones crecientes En abril de este año, ocurrieron enfrentamientos violentos en el barrio chino de Milán, entre los comerciantes de ropa chinos que hay ahí y los residentes italianos y la policía.
Daniel Cologna, un académico milanés y experto en la población china en Italia, explica por qué están creciendo las tensiones. "Los chinos son ahora mucho más visibles en Italia. Están abriendo más de sus propios negocios. Quieren ser exitosos y ganar bien. Y se están beneficiando del nuevo estatus global de China. "Los italianos se sienten amenazados por ellos". Signos positivos Sin embargo, hay algunos signos positivos de que puede crearse armonía cultural desde una cultura de choque. La empresa textil "Giupel" es famosa en Prato por su jefe chino, Xu Qui Lin, de 42 años, a quien le gusta ser llamado "Signor Guilini".
Es respetado por pagar impuestos y apegarse a las reglas, algo que él trata de promover entre los demás chinos de Prato. "Desarrollé un modelo que otros empresarios están ahora copiando: le doy empleo tanto a italianos como a chinos y ellos trabajan juntos. "También empleo a 300 chinos en la fábrica que tengo en China. De esa forma mantengo los costos bajos. Y me concentro en la calidad", dice orgulloso. Este verano la economía de Italia también mostró algunos signos postivos. Sus empresarios de textil y de la moda fueron recompensados con las primeras buenas noticias en años: las ventas crecieron hasta 3% en el año, y los pedidos han crecido en un 31%. La industria ha tenido que aprender una dura lección. Para tener éxito debe abrazar a China, reestructurarse, innovar, reducir su tamaño, subcontratar, pero también apegarse a la calidad y artesanía italianas. "Hecho en Italia", pero algunas veces "Hecho en Italia por chinos". |
Rodrigo González Fernández
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