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La mirada sobre la sexualidad que tiene nuestra sociedad hoy está en vías de modificarse, ya que estamos yendo de una sociedad negadora de lo sexual a una sociedad que lo acepta.
Cada persona le imprime su valor y su significado. Por lo tanto, toda educación sexual debe hacerse desde aquellos valores sin los cuales no se puede vivir. Todo educador, padre o docente, tiene como misión ayudar a definir los valores que orientaran a nuestros niños y adolescentes respecto a sus conductas sexuales. Esto implica, a su vez, que cada persona que se ponga al frente de un programa de ecuación sexual integral tenga identificado sus propios valores y pueda exponerlos con mayor nitidez y franqueza.
No se trata de convertir la educación sexual en un adoctrinamiento moral, sino que debe realizarse e impartirse desde una visión integral, sin reduccionismos de ningún tipo.
Si la finalidad de la sexualidad es el "vínculo con", esto nos remite a la comunicación como valor a desarrollar. La comunicación en cuanto expresión de afectividad y sentimientos. Poder ofrecer herramientas y técnicas para mejorarla forma parte de la educación sexual. Una buena comunicación ayuda a prevenir conflictos, en consecuencia, se lograran vínculos más sanos donde existirá una expresión de sentimientos más fluida.
Además de fortalecer la confianza para cuestionar por parte del niño y del adolescente -sin dejar afuera a los adultos- la comunicación permite el desarrollo de otros valores como la honestidad, la sinceridad, respeto, la tolerancia, la autonomía, el amor cada uno de ellos implica a la relación, no sólo con uno mismo, sino con los otros, en el ejercicio cotidiano del saber convivir. Nos ayudan a aceptarnos tal cual somos y aceptar al otro tal cual es. En esta medida, un aprendizaje basado en que hay otro que vive, que piensa y siente distinto de lo que podamos sentir y pensar nosotros. Que tiene el derecho de elegir, de vivir, de sentir su sexualidad de acuerdo a sus propias elecciones y orientaciones. Estas elecciones forman parte de su derecho.
Sólo se puede valorar al otro si uno ha aprendido a valorarse a sí mismo. Aquel cuya autoestima flaquea o es poca permitirá que otros tomen las decisiones, no pudiendo obrar en forma autónoma. Se dejará influir por distintas presiones: sociales, culturales, de los medios de comunicación, religiosas, de los propios pares, perdiendo así el derecho a elegir en libertad, poniendo en juego cuestiones importantes para su propia vida y su salud.
Enseñar a decir "NO" en educación sexual es primordial. "Aprender a decir reporta grandes beneficios. Enseña a pensar en uno mismo. Ofrece cauces para conocer y aceptar y expresar los propios sentimientos. Ayuda a sentir confianza en uno mismo y a crear una imagen positiva de uno mismo. Desarrolla la capacidad de verbalizar lo que se piensa y lo que se siente. Enseña a respetarse y respetar. Ayuda a mantener las decisiones personales a pesar de las presiones del entorno. Causa satisfacción porque cada vez se va obrando más autónomamente". (Herminio Otero Cuadernos del FERE)
Abordar el tema de los derechos humanos desde la sexualidad refuerza la construcción de la identidad y la relación con los otros. Se hace necesario revalorizar el derecho a la vida, a la salud, a la identidad, a la información, al respeto por las diferencias. De esta manera enmarcamos la educación sexual integral en la corriente universal de los derechos humanos de las naciones Unidas y, por sobre todo, en los derechos del niño/a y del adolescente en particular. Esto trae aparejado el ver y verse como sujeto de derecho reafirmando valores democráticos.
Según Juan Peralta (Los múltiples escenarios de la sexualidad humana GCBA, UNICEF, 2005) los principales derechos a desarrollar son:
Derecho a la vida y a la salud. Información para prevenir el VIH/SIDA y las ETS, y la conciencia para exigir del otro los cuidados que la situación amerite.
Derecho a vivir según las convicciones morales o religiosas, en tanto esa forma de entender la sexualidad no viole los derechos propios no los ajenos.
Derecho a transmitir a sus hijos los preceptos morales y culturales que los padres desean, en tanto no violen los derechos y la dignidad de los niños.
Derecho a la información sobre el propio cuerpo, sobre los modos de protegerlo, sobre los modos de buscar protección y asistencia cuando se está en riesgo o cuando los derechos de las personas han sido violados.
Todo proyecto de educación sexual integral debe estar enmarcado en una educación en valores y derechos y así ayudar al crecimiento y desarrollo saludable de nuestros niños y jóvenes. Es una manera más de "terminar con el silencio vergonzoso que sigue rodeando a la sexualidad".
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Rodrigo González Fernández
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