Cómo y cuándo tener energía nuclear Máximo Honorato Álamos El consumo de energía eléctrica llega en Chile a unos 3.300 kwh por habitante, al año. Una cifra muy por debajo de los consumos de los países desarrollados: 15.000 kwh en Canadá, 12.500 kwh en Estados Unidos, 24.000 kwh en Noruega. Sin duda, nuestro consumo irá creciendo en la medida en que Chile se desarrolle. De hecho, las necesidades totales del país están aumentando a razón de un 7% anual, lo que significa duplicarse cada 10 años. Es muy posible que hacia el año 2020 las necesidades de generación lleguen hasta 2,4 veces el nivel actual. Esta tendencia podría reforzarse en el futuro, porque es inevitable que en un mañana no demasiado lejano el petróleo se hará más escaso y por lo tanto más caro, al punto que nos verenos obligados a reemplazarlo por otros combustibles, que podrían ser carbón, etanol o hidrógeno. Sin embargo, para producir etanol o hidrógeno se requerirían grandes cantidades de energía eléctrica. Por ello, es posible pensar que de aquí al 2020 deberemos aumentar la capacidad instalada en generadores de electricidad, desde la capacidad actual de 12.250 Mw hasta unos 30.000 Mw. Es efectivo que aún tenemos un potencial hidroeléctrico sin utilizar que llega a unos 15.000 Mw. No obstante, siendo realistas y considerando distintas razones prácticas y ecológicas, debemos aceptar que como máximo podríamos generar tal vez unos 10.000 Mw adicionales basados en la energía hidroeléctrica. La energía de otras fuentes no convencionales, como la geotermia y la energía eólica, pueden ayudar, pero no en forma sustancial, lo que hace inevitable tener que aceptar una mayor generación utilizando carbón, aunque ello conlleva problemas ambientales, y la generación nuclear, que probablemente tendría que empezar a operar alrededor del año 2020. Muchas personas se horrorizan ante esta perspectiva y rememoran Chernobyl y Three Mile Island, pensando que aquí podría ocurrir algo semejante. La verdad es que hoy operan en el mundo, sin problemas, unas 440 centrales nucleares, y algunos países, como Francia, generan más del 80% de su energía en centrales de este tipo. La evidencia indica que se trata de una industria que maneja protocolos que garantizan altos niveles de seguridad de sus instalaciones. Las centrales nucleares presentan algunos inconvenientes. En primer lugar, está el problema del abastecimiento de uranio enriquecido. Es muy posible que en Chile existan yacimientos de uranio -la Comisión Chilena de Energía Nuclear maneja esta información-, pero no tenemos la tecnología para enriquecerlo. Ésta es de gran dificultad y hay una política mundial para impedir que prolifere en los países donde no existe. Chile, como signatario del Pacto de No Proliferación de Armas Nucleares está sujeto en este punto a la International Atomic Energy Agency, organismo de Naciones Unidas que regula el mercado de combustible fisionable entre los países signatarios y, en caso de entrar en la producción de energía de origen nuclear, debe someterse a las regulaciones internacionales. El otro inconveniente es el de los residuos radiactivos. Está resuelto técnicamente el problema de almacenar estos residuos con seguridad, pero difícilmente se puede justificar económicamente construir un depósito para una sola central nuclear. ¿Qué se puede hacer, entonces? La respuesta es simple: diferir la instalación de una central nuclear hasta que se desarrollen nuevas tecnologías en esta materia. Lo que se ve más próximo es el proceso pirometalúrgico, que permite aprovechar los desechos radiactivos transformándolos en combustible reaprovechable. Esta variante solucionaría los problemas que presentan los reactores actuales. Otra opción interesante es el reactor de neutrones rápidos, una tecnología que minimiza el consumo de uranio casi hasta cero y elimina los residuos radiactivos. Con este sistema, conocido también como breeder, se genera plutonio que sirve para realimentar el proceso generador de energía, pero tiene el enorme peligro de que puede caer en manos irresponsables que podrían fabricar bombas atómicas. Por esta razón se prohibió su desarrollo. Si se libera la prohibición para desarrollar estas centrales, ellas serían muy seguras y generarían energía a muy bajo costo. La otra posibilidad que se avizora es la tecnología de la reacción por fusión nuclear; la tecnología actual es por fisión nuclear, pero la fusión está en los inicios de su desarrollo y es probable que sea necesario esperar unos 50 años para que sea una realidad, y aun así, es incierto. Frente a esto, es primordial preparar un contingente de técnicos de primer nivel especializados en el tema de la energía nuclear. Para ello, se debe crear un sistema de selección permanente de jóvenes con talento para enviarlos al extranjero a fin de que se formen en la materia. No podemos intentar el desarrollo de este tipo de energía si no contamos con el recurso humano indispensable. Para enfrentar la necesidad de crecimiento inmediato de la capacidad de generación en nuestro país, deberemos desarrollar con prioridad nuestros recursos hidroeléctricos y de energías renovables no convencionales, junto con la instalación de centrales termoeléctricas con carbón de tecnología avanzada. Con esto, la necesidad de instalar una primera planta núcleo-eléctrica se podría diferir para después del 2020, lo que nos proporciona el tiempo necesario para que se desarrollen las tecnologías para el uso de la energía nuclear y preparación en Chile del necesario contingente científico y profesional. Por el momento, es previo y muy importante convencer a la opinión pública e infundirle confianza para que acepte convivir con la energía nuclear. |
Posteado por El Mercurio a las Marzo 9, 2007 08:22 AM |
RODRIGO GONZALEZ FERNANDEZ
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