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Friday, November 17, 2006

DESDE EL RANCAHUASO

Centralismo y corrupción: ética personal y juego gris

categorias: Columna - Política - Local

Muchas de estas malas prácticas- que llevan a la protección de funcionarios o directivos inescrupulosos-, son conocidas y toleradas. Lo escribió el politólogo Arturo Valenzuela y lo ha denunciado con indignación el senador Flores.

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Escrito por Esteban Valenzuela

La crisis de estos días tiene dos raíces; el decaimiento de la ética personal que nos puede llevar a malas prácticas cuando la ansiedad de tener y poder nos lleva a perder el sentido de lo correcto y lo justo; y también la permanencia en Chile de un sistema muy centralizado de control político y asignaciones con discrecionalidad, que permiten redes de cooptación política, aprovechamiento de privados y empresas o abusos de funcionarios.

Es curioso lo que nos pasa como sociedad; se nos percibe como pocos corruptos, nos conformamos con la eterna cantinela de que estamos mejor que el “vecindario”, hemos dado pasos reales en profesionalización y transparencia (como Chile Compras), pero es evidente de que existen bolsones públicos y privados de alta corruptela, como lo señalan los chilenos en las encuestas.

Por otra parte, la creación de mega agencias nacionales, su cooptación por grupos políticos vinculados a facciones, diputados o senadores, se presta para el clientelismo vulgar y el abuso. Por cierto, esto también puede ocurrir en los municipios y gobiernos regionales, pero allí hay más control, menos discrecionalidad e instancias colegiadas con participación de sectores opositores como COREs o concejos municipales. Es el caso de Chile Deportes. La mitad de sus fondos debiera estar en manos de los gobiernos regionales en pactos con los municipios en todo lo promocional, recreativo y educacional. También sincerar el tamaño del estado. Cada Región debiera tener su centro de talentos con profesores y entrenadores contratados y así no abusar de los “proyectos”. Esta reforma hay que hacerla y traspasar a los entes subnacionales planes de empleos, programas sociales y otros asuntos que con una simple ecuación de “fondo coparticipado” se distribuyen en los países desarrollados (población, pobreza, obesidad, cesantía, lo que fuere, y se distribuye territorialmente con una buena supervisión del gasto).

Pero hay miedo a dar poder a otro y producir disciplinamiento, o derechamente, clientelismo rampón y control social, por la vía de bolsones discrecionales de poder central. El extremo de esto, son las mafias que se enriquecen. No es generalizado y la Oposición mete todo en el mismo saco, sin matizar. Megaproyectos como las redes Chile Califica o una concesión de casinos, pasa por estudios de prefactibilidad, evaluación de oferentes y su historial, comité técnico evaluador y finalmente un comité de ministros o altos funcionarios público-privados es el que decide. Allí se evita la discrecionalidad y se trabaja con mayor rigor. El problema es cuando no hay pautas de evaluación y se deja la discrecionalidad a un jefe de servicio, de un programa o un gobernador, que no funciona ante un ente colegiado y tiene una relación de subordinación con su “padrino político”, lo que le lleva al clientelismo o la abierta corrupción.

Lo hemos escrito: centralismo y un sistema electoral con distritos pequeños, son caldo de cultivo para estas prácticas. La derecha lo hace regalando lentes y comida, y lo practica en muchos municipios. Pero no sirve a la Concertación lógicas de empate, y debemos ser rigurosos con nuestros postulados.

Muchas de estas malas prácticas- que llevan a la protección de funcionarios o directivos inescrupulosos-, son conocidas y toleradas. Lo escribió el politólogo Arturo Valenzuela y lo ha denunciado con indignación el senador Flores.

Las dos caras de la corrupción interactúan. Ni la mejor ley ni el mejor sistema institucional es invulnerable a la corrupción. Una sociedad de gente honrada, no necesita tantas normas. Sociedades en transición y con claroscuros como la nuestra, necesitamos una mayor formación ética, menos pusilanimidad de quienes observamos estos fenómenos, y reformas que aminoren las opciones de delinquir y mal utilizar. Tenemos la palabra para indignarnos, actuar y transformar, sin más excusas. MÁS EN :

 

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