El difícil trance de la Nueva Mayoría
"El ímpetu adolescente de los reformistas ideológicos irá mostrando su incompetencia".
Por Sergio Melnick
La Nueva Mayoría es una ficción. La real fuerza es personal de Bachelet y, sin ella, nunca habrían llegado al poder. Es decir, no representan una idea coherente de sociedad, sólo hay asociación para alcanzar el poder.
Justamente por eso se le enredó la madeja. Una cosa es ser elegido, otra es gobernar. Si bien es cierto que Bachelet tuvo un porcentaje impresionante de votos, no es menos cierto que votaron menos personas que nunca. Eso explica en parte su caída de popularidad.
El sacralizado "programa" no es más que buenas intenciones, titulares y eslóganes atractivos, pero no un programa propiamente tal. Precisamente en el "cómo" y en los detalles aparecen las diferencias entre los siete partidos, sumadas a la falta de liderazgo de la Presidenta.
Por un lado, la polaridad entre el centro —llámese una parte de la DC— y la izquierda fundamentalista —o sea, PC, MAS, IC, PPD— se ha hecho evidente. Por otro, está la improvisación de las medidas estructurales propuestas, que han ido sido crecientemente rechazadas por la opinión pública. Existe ya una percepción de que la reforma tributaria está muy mal pensada, más ideológica que técnica, y de que tendrá efectos muy negativos en crecimiento, empleo, clase media y pymes. El peor escenario en una economía en desaceleración. La última encuesta Plaza Pública ya muestra 42% de rechazo y un magro 33% de apoyo, pero lo peor para Bachelet es que el grito de advertencia a la mala política pública quedó registrado, y tendrá que luchar con ese fantasma del "te lo dije", que le cobrarán políticamente con creces.
La reforma educacional es aún peor, e incluso desde la Nueva Mayoría señalan los errores evidentes. Un gastadero enorme de recursos que no apuntan ni un milímetro a la calidad. El ministro Eyzaguirre tiene cada vez menos apoyo público, sus expresiones avergüenzan al Gobierno y se nota por todos lados improvisación y falta de norte. Es tan grave la situación, que el ministerio ha sido intervenido y todos lo sabemos: ahora hay, además, un encargado de la reforma educacional que no es él. Algo inentendible y sorprende que Eyzaguirre lo tolere.
La Nueva Mayoría despreció la experiencia y moderación de la Concertación y creyó que podía pasar la aplanadora electoral sin más. La sociedad es más compleja y la inmadurez reformista choca contra ella. La verdadera oposición de Bachelet está en las pugnas de la Nueva Mayoría, y ahora se empieza a sumar lentamente la ex Concertación. Postular que las reformas son excelentes y sólo han sido mal comunicadas es como tratar de convencernos de que el Transantiago fue una excelente decisión. Un insulto a la inteligencia.
El escenario se irá poniendo cada vez peor para el Gobierno y el ímpetu de los reformistas ideológicos, sin experiencia, intelectualmente adolescentes, irá mostrando su incompetencia. Poco a poco Bachelet se irá dando cuenta de que deberá recurrir a los más experimentados para gobernar si quiere salir bien parada. Ojalá no lo haga demasiado tarde.
columna La Segunda, Nueva Mayoría, Sergio MelnickSaludos
Rodrigo González Fernández
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