El lunes 12 de marzo, el Consejo para la Prevención de Abusos contra Menores y Acompañamiento a las Víctimas tendrá su primera reunión del año, con el objetivo de definir las "líneas guías" exigidas por el Vaticano ante estas prácticas. El documento será zanjado en abril, en Punta de Tralca, por la Asamblea Plenaria de la Conferencia Episcopal, y despachado en mayo a la Santa Sede.
La tarea la encabeza monseñor Alejandro Goic, el único chileno invitado en febrero al simposio "Hacia la curación y la renovación", en Roma, en el que participaron 110 conferencias episcopales de todo el mundo.
-La Iglesia en Chile cuenta con un Protocolo y un Consejo de Prevención, ¿qué resta?
"Tenemos avances importantes, pero nos falta afinar algunos procedimientos. Nuestro foco está en el drama que sufren las personas que han sido vulneradas. El tema de la curación y de la sanación requiere -aparte de la intervención de especialistas- de una profunda dimensión pastoral hacia las víctimas, a sus familias y a la comunidad que también ha quedado herida, porque su pastor, su sacerdote, los defraudó. Esto, sin abandonar al culpable, porque si bien éste cometió un pecado grave, un delito, sigue siendo un ser humano, un hijo de la Iglesia".
-En abril se cumple un año del Protocolo sobre abusos sexuales. ¿Cuál es su evaluación?
"Hemos dado pasos significativos, pero nos falta mucho todavía. Es una herida que ha provocado un fuerte dolor a toda la comunidad cristiana, a todo el país. Lo que hemos vivido, para mí que estoy en los últimos años de mi ministerio episcopal, ha sido el dolor más grande de mi vida".
-¿El Protocolo y el Consejo para la Prevención han logrado poner un freno a los casos de abuso sexual dentro de la Iglesia?
"Han sido pasos muy positivos, porque la ciudadanía se ha dado cuenta de que hay una decisión clara de la Iglesia de no permitir estos abusos. Lo hecho da cuenta de que hemos tomado todos los resguardos para erradicar estos males. Y, si no es así, aplicar las acciones pertinentes para que el responsable sea retirado del ministerio y, si ha cometido delito, afronte las consecuencias de ese hecho".
-El promotor de justicia de la Congregación para la Doctrina Fe, Charles Scicluna, abogó por la justicia y convocó a la Iglesia a preparase ante los autores de delitos que desarrollan mecanismos de defensa, como la negación.
"Este promotor, que tuvo una actuación clave en develar el tema del padre Marcial Maciel, ha sido enfático en sostener que el amor por la verdad tiene que traducirse en el amor por la justicia, más aún en estas situaciones".
-En Chile ha habido casos en que se ha llegado al final del proceso eclesiástico y judicial y no ha habido un reconocimiento de culpabilidad, como fue la situación en el caso Karadima.
"Tenemos casos en el país de sacerdotes que han reconocido sus pecados y delitos. En el caso del padre Karadima no es así. Profesionales en psicología sostienen que hay personas que nunca van a reconocer que cometieron un pecado o un delito tan grave. Y el padre Karadima, efectivamente, sigue declarando que es inocente a pesar de la evidencia. ¿Qué mecanismos se producen al interior del corazón humano? No sé".
-¿Qué importancia les otorga a las "memorias recuperadas"?
"Que es un proceso clave. En el simposio, me impactó el drama de la señora Marie Collins, una mujer irlandesa que sufrió a los 13 años los abusos de un sacerdote. Esa 'memoria recuperada', esa verdad, que hemos visto aflorar también en Chile, como dice Jesús, es liberadora y fundamental para la sanación".
-¿Esa verdad también es clave para la confianza de los ciudadanos en un Estado de Derecho?
"Sin duda. El ocultamiento de los delitos por abuso sexual se acabó y bendito sea Dios. La protección no cabe en una Iglesia transparente, en una Iglesia que quiere vivir en la verdad. Alguien le preguntó al cardenal de Alemania '¿y si el acusado es un obispo?'. La respuesta de éste fue categórica: 'El Protocolo es el mismo, no importa la responsabilidad que el acusado tenga en la Iglesia'. En concreto, al mal hay que llamarlo mal independientemente de quién lo haya cometido. La labor de la Iglesia no es silenciar ni proteger a quien ha cometido estos actos, independientemente del rango que pueda tener esa persona".
Texto: Nelly Yáñez/ Foto: Héctor Aravena
Saludos
Rodrigo González Fernández
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