El problema principal de la Zona Euro es la crisis de deuda soberana que ha terminado afectando a Italia, España e incluso Bélgica y su contagio a los bancos más expuestos a esta deuda. Este problema nació de la preocupación de los mercados por la capacidad de los países afectados para que, solos o con el apoyo de la Unión Europea, sean capaces de recuperar o mantener la solvencia de su sector público. Las dudas sobre esta capacidad dificultan el financiamiento de la deuda pública próxima a vencer y de los déficits fiscales, reduce el precio de la deuda existente y encarece y restringe el crédito al sector privado. Para recuperar la confianza de los mercados estos países necesitan actuar en dos frentes. Primero, deben introducir medidas de ajuste en sus finanzas públicas encaminadas a fortalecer las cuentas fiscales a través del tiempo. Segundo, deben introducir reformas estructurales orientadas a aumentar su competitividad al interior de la Zona Euro y con respecto al resto del mundo. Por esa vía podrán acotar los efectos de los ajustes fiscales en el producto y crear las condiciones para volver a crecer con un menor acceso a financiamiento externo, es decir, con menores déficits en cuenta corriente y también para mejorar la dinámica de su deuda pública. Como las reformas estructurales van a tomar tiempo en rendir sus frutos, estos países necesitan también tener acceso a financiamiento de otras fuentes distintas a los mercados financieros, y éste puede provenir de otros países miembros de la Unión Europea, del subconjunto de países que integran la Zona Euro o del FMI. En particular, para los países que aún son solventes pero con problemas para financiar su deuda, el acceso a este financiamiento es fundamental para evitar que los problemas de liquidez terminen transformándolos en insolventes. ¿Cuánto se ha avanzado en esta dirección? En las últimas semanas ha habido algunos avances: (1) Italia y Grecia tienen nuevos gobiernos que están empeñados en reducir sus déficits fiscales e introducir reformas orientadas a mejorar la competitividad y promover el crecimiento; (2) el Banco Central ha reducido la tasa de interés de política en dos reuniones consecutivas, aprobó otorgar financiamiento hasta a tres años a los bancos, amplió la variedad de activos que éstos pueden utilizar como colateral en su acceso a sus programas de apoyo, redujo el descuento que les aplica a los activos utilizados como colaterales, y redujo la tasa de encaje de los bancos; y (3) frente a la agudización de la escasez de dólares, los bancos centrales de seis países avanzados, en forma coordinada, bajaron el costo y aumentaron la disponibilidad de financiamiento en dólares para empresas financieras en Europa. Sin embargo, los avances han sido más lentos en un elemento central para controlar la crisis: la creación de un "superfondo" que esté disponible para facilitar la renovación de la deuda de los países que han estado sufriendo el efecto contagio de la crisis, particularmente Italia y España. El caso de Italia es clave porque, dado el tamaño de su deuda pública, del orden de los 1.900 mil millones de euros, la falta de financiamiento para la renovación de su deuda puede terminar profundizando de forma significativa la crisis europea. ¿Y qué pasó en la última reunión? Como en reuniones anteriores, en la reunión del 8 y 9 de diciembre los avances estuvieron circunscritos a aspectos parciales del problema. En este caso se concentraron en fortalecer la institucionalidad fiscal para reducir la probabilidad de crisis de origen fiscal en el futuro, pero poco se hizo para avanzar en el control de la crisis actual. Con respecto a la creación del "superfondo", se acordó trabajar en coordinar un aporte de hasta 200 mil millones de euros al FMI para apoyar a países con problemas y en la aprobación del adelanto a julio del próximo año de la puesta en marcha del fondo permanente de estabilización (ESM) con 500 mil millones de euros. El propósito de este fondo es acudir en apoyo a los países de la Zona Euro que enfrenten problemas temporales que requieran de sostén financiero. Sin embargo, en el mejor escenario de que todos estos recursos se puedan movilizar no está claro que el monto sea suficiente, así como tampoco que otros países fuera de la Unión Europea estén dispuestos a contribuir. De otra parte, los mercados esperaban que este acuerdo fiscal fuera un impulso para una acción más decidida del BCE, tipo FED y Banco de Inglaterra, comprando bonos de los países con problemas. Sin embargo, el presidente del BCE lo ha vuelto a descartar (¿por ahora?), lo que ha sido apoyado por la Canciller Alemana y el presidente del Bundesbank. En suma, los últimos avances son, una vez más, insuficientes y tardíos. De otra parte, la suma de los ajustes fiscales, el mayor costo y la menor disponibilidad de crédito, y la alta incertidumbre repercutirán en el crecimiento de la Zona Euro y lo más probable es que regrese a la recesión, y las perspectivas de mediano plazo no son más auspiciosas. Al final del día, el riesgo realmente importante es la declaración de una crisis masiva que se contagie a las economías periféricas y termine afectando los sistemas bancarios y financieros de los países centrales de la Zona Euro y del resto del mundo. Maquillaje y arreglos menores no van a romper esa posibilidad y pueden terminar alimentando especulación e incertidumbre que sólo genera mayores problemas y costos. Acciones decisivas y masivas, con señales claras de solución de problemas inmediatos y de corrección de incentivos a futuro es la medicina requerida en este momento. Pero mientras estas correcciones se llevan acabo y sus efectos se comienzan a mostrar es fundamental proveer de suficiente liquidez a los mercados de deuda de los países grandes para estabilizarlos. El desafío sigue planteado, la corriente va en la dirección correcta, pero las autoridades europeas se han estado moviendo en forma lenta y sin comprometer un monto adecuado de recursos como para poder tranquilizar a los mercados de deuda.
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