El lenguaje es un mapa de lo que sentimos, imaginamos y pensamos, que da más pistas sobre nuestra identidad de las que creemos. Cada mapa es único, como lo somos cada uno de nosotros, y su uso está guiado por la brújula de nuestra visión del mundo que traza la dirección hacia un territorio determinado de forma deliberada. Las palabras tienen dos planos: el denotativo, que es la esfera del significado explícito y directo, y el connotativo, que son los sentimientos asociados. En el uso cotidiano del mapa lingüístico somos conscientes de lo que decimos, pero no tanto de cómo lo decimos, olvidando que de nuestras palabras se puede desprende altanería, rechazo, burla, desprecio, orgullo, y también, por supuesto, sentimientos positivos como la aceptación, ternura, amor, comprensión o ayuda. Cuando estamos en momentos de tensión nos aceleramos porque nos pierden los modos, los nervios, los gestos, la excitación, la personalidad del otro, su aparente inaccesibilidad o simplemente el hecho de que no comparte lo que nosotros estamos diciendo. A veces es la propia persona la que no nos gusta, porque la percibimos como diferente y no le concedemos la más mínima oportunidad, apartándola de manera injusta y haciéndoselo ver con nuestro desdén en el lenguaje o una falta de atención, a veces, insultante. Es cierto que nos cuesta menos comunicarnos con personas con las que encontramos la conexión de manera inmediata, pero piense que el lugar de unión se puede encontrar, sólo hay que querer. La mayoría de estos factores se pueden controlar, trabajando en sus debilidades, proyectando los beneficios que conllevará el cambio de actitud y tratando a los demás desde el eje del equilibrio personal, sin abarcar el terreno del otro, sin conquistar su reino particular. Lo que nos sucede es que nos consideramos seres únicos y por eso no nos damos cuenta de que tenemos delante a otras personas que también se consideran y son únicas. Esto es lo que no entendieron las flores. Alicia en el jardín de las flores El viaje de Alicia por el País de las Maravillas tiene una interesante parada en el jardín de las flores, liderado por una rosa roja. Alicia, que previamente ha visto reducido su tamaño, llega a un jardín magnífico y sus coloridos habitantes la toman por uno de ellos. Las campañillas, los lirios, las margaritas, las rosas, los gladiolos ... todas las flores la aceptan, invitándola a cantar con ellas. Cuando le preguntan de qué clase de jardín viene y la niña dice que de ninguno, se inicia el rechazo porque piensan que es una flor silvestre y empiezan a sacarle defectos, que hasta ese momento no tenía: carece de aroma, su corola está desvaída, sus colores nos son vivos y el tallo es raquítico. Alicia se defiende diciendo que es una niña, pero las flores van más allá y la acusan de ser una hierba que no merece estar entre ellas. Las palabras cambian, se transforman. La amabilidad con la que le habían dado la bienvenida desaparece. Las flores pasan a calificarla de impertinente, presumida sin tener derecho a ello, y se vuelven burlonas, maleducadas y crueles, provocando en Alicia la huida. Esto es precisamente lo que nos sucede cuando percibimos al otro como diferente y no lo aceptamos, arruinando el entendimiento y dañando intencionadamente a la otra parte. La solución está en perfeccionar todas aquellas habilidades que nos proyectan hacia el otro, sacándonos de nuestros propios límites. Hay que prestar atención a lo que decimos, pero sobre todo a cómo lo decimos. Si queremos interactuar con los demás, lo primero es comprender al otro, su situación y sus sentimientos. Llegar a esa etapa sólo es posible a través de la escucha, de la sensibilidad empática. Un acto de cortesía En protocolo hay una figura que se denomina la cesión de la presidencia, que es uno de los mayores actos de cortesía que puede hacer un anfitrión, ya que según el artículo 4 del Real Decreto 2099/1983 es a él a quien le corresponde presidir los actos, ya que es el que los organiza. Pues bien, la comprensión del otro puede tener un paralelismo curioso con este ejemplo. Lo normal es que nos esforcemos en que nos comprendan primero a nosotros. Esto sucede en los conflictos que se generan el ámbito familiar y profesional. Primero yo y luego el otro, si queda hueco. Pero, ¿ha probado alguna vez a ceder la presidencia de la comprensión al otro? Esto requiere un cambio de paradigma, salir de nuestras dimensiones y mantenernos por encima de nosotros mismos. Las flores hicieron piña en torno a su clase ante la presencia de alguien que consideraban una intrusa, indigna de estar en ese paraíso y, por tanto, se encerraron más en sí mismas. Si cree que la comunicación tiene un fuerte impacto en su vida y que es una habilidad necesaria para alcanzar sus objetivos y una herramienta de trabajo para impulsar la ilusión en los demás, piense en su lenguaje, pero no olvide que únicamente un 7% de los que le llega al receptor tiene que ver con la comunicación verbal, esto quiere decir que hay que enfocar el faro de la vigilancia hacia el 93% restante, que es el lugar en el que se encuentra la kinésica, o comunicación no verbal, y los elementos fonéticos, tales como el ritmo, la velocidad, los matices, la entonación o el tono vocal. Es muy importante el qué, pero lo es mucho más el cómo. Usted decide si regala una rosa o una mala hierba.
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| Helena López-Casares Pertusa | Palabras, sentimientos y flores | El lenguaje es un mapa de lo que sentimos, imaginamos y pensamos, que da más pistas sobre nuestra identidad de las que creemos. Cada mapa es único,... descubra por qué. | | El lenguaje es un mapa de lo que sentimos, imaginamos y pensamos, que da más pistas sobre nuestra identidad de las que creemos. Cada mapa es único, como lo somos cada uno de nosotros, y su uso está guiado por la brújula de nuestra visión del mundo que traza la dirección hacia un territorio determinado de forma deliberada. Las palabras tienen dos planos: el denotativo, que es la esfera del significado explícito y directo, y el connotativo, que son los sentimientos asociados. En el uso cotidiano del mapa lingüístico somos conscientes de lo que decimos, pero no tanto de cómo lo decimos, olvidando que de nuestras palabras se puede desprende altanería, rechazo, burla, desprecio, orgullo, y también, por supuesto, sentimientos positivos como la aceptación, ternura, amor, comprensión o ayuda. Cuando estamos en momentos de tensión nos aceleramos porque nos pierden los modos, los nervios, los gestos, la excitación, la personalidad del otro, su aparente inaccesibilidad o simplemente el hecho de que no comparte lo que nosotros estamos diciendo. A veces es la propia persona la que no nos gusta, porque la percibimos como diferente y no le concedemos la más mínima oportunidad, apartándola de manera injusta y haciéndoselo ver con nuestro desdén en el lenguaje o una falta de atención, a veces, insultante. Es cierto que nos cuesta menos comunicarnos con personas con las que encontramos la conexión de manera inmediata, pero piense que el lugar de unión se puede encontrar, sólo hay que querer. La mayoría de estos factores se pueden controlar, trabajando en sus debilidades, proyectando los beneficios que conllevará el cambio de actitud y tratando a los demás desde el eje del equilibrio personal, sin abarcar el terreno del otro, sin conquistar su reino particular. Lo que nos sucede es que nos consideramos seres únicos y por eso no nos damos cuenta de que tenemos delante a otras personas que también se consideran y son únicas. Esto es lo que no entendieron las flores. Alicia en el jardín de las flores El viaje de Alicia por el País de las Maravillas tiene una interesante parada en el jardín de las flores, liderado por una rosa roja. Alicia, que previamente ha visto reducido su tamaño, llega a un jardín magnífico y sus coloridos habitantes la toman por uno de ellos. Las campañillas, los lirios, las margaritas, las rosas, los gladiolos ... todas las flores la aceptan, invitándola a cantar con ellas. Cuando le preguntan de qué clase de jardín viene y la niña dice que de ninguno, se inicia el rechazo porque piensan que es una flor silvestre y empiezan a sacarle defectos, que hasta ese momento no tenía: carece de aroma, su corola está desvaída, sus colores nos son vivos y el tallo es raquítico. Alicia se defiende diciendo que es una niña, pero las flores van más allá y la acusan de ser una hierba que no merece estar entre ellas. Las palabras cambian, se transforman. La amabilidad con la que le habían dado la bienvenida desaparece. Las flores pasan a calificarla de impertinente, presumida sin tener derecho a ello, y se vuelven burlonas, maleducadas y crueles, provocando en Alicia la huida. Esto es precisamente lo que nos sucede cuando percibimos al otro como diferente y no lo aceptamos, arruinando el entendimiento y dañando intencionadamente a la otra parte. La solución está en perfeccionar todas aquellas habilidades que nos proyectan hacia el otro, sacándonos de nuestros propios límites. Hay que prestar atención a lo que decimos, pero sobre todo a cómo lo decimos. Si queremos interactuar con los demás, lo primero es comprender al otro, su situación y sus sentimientos. Llegar a esa etapa sólo es posible a través de la escucha, de la sensibilidad empática. Un acto de cortesía En protocolo hay una figura que se denomina la cesión de la presidencia, que es uno de los mayores actos de cortesía que puede hacer un anfitrión, ya que según el artículo 4 del Real Decreto 2099/1983 es a él a quien le corresponde presidir los actos, ya que es el que los organiza. Pues bien, la comprensión del otro puede tener un paralelismo curioso con este ejemplo. Lo normal es que nos esforcemos en que nos comprendan primero a nosotros. Esto sucede en los conflictos que se generan el ámbito familiar y profesional. Primero yo y luego el otro, si queda hueco. Pero, ¿ha probado alguna vez a ceder la presidencia de la comprensión al otro? Esto requiere un cambio de paradigma, salir de nuestras dimensiones y mantenernos por encima de nosotros mismos. Las flores hicieron piña en torno a su clase ante la presencia de alguien que consideraban una intrusa, indigna de estar en ese paraíso y, por tanto, se encerraron más en sí mismas. Si cree que la comunicación tiene un fuerte impacto en su vida y que es una habilidad necesaria para alcanzar sus objetivos y una herramienta de trabajo para impulsar la ilusión en los demás, piense en su lenguaje, pero no olvide que únicamente un 7% de los que le llega al receptor tiene que ver con la comunicación verbal, esto quiere decir que hay que enfocar el faro de la vigilancia hacia el 93% restante, que es el lugar en el que se encuentra la kinésica, o comunicación no verbal, y los elementos fonéticos, tales como el ritmo, la velocidad, los matices, la entonación o el tono vocal. Es muy importante el qué, pero lo es mucho más el cómo. Usted decide si regala una rosa o una mala hierba.
| | Helena López-Casares Pertusa | | MAS INFORMACION , PINCHA AQUÍ Palabras, sentimientos y flores | El lenguaje es un mapa de lo que sentimos, imaginamos y pensamos, que da más pistas sobre nuestra identidad de las que creemos. Cada mapa es único,... descubra por qué. | | El lenguaje es un mapa de lo que sentimos, imaginamos y pensamos, que da más pistas sobre nuestra identidad de las que creemos. Cada mapa es único, como lo somos cada uno de nosotros, y su uso está guiado por la brújula de nuestra visión del mundo que traza la dirección hacia un territorio determinado de forma deliberada. Las palabras tienen dos planos: el denotativo, que es la esfera del significado explícito y directo, y el connotativo, que son los sentimientos asociados. En el uso cotidiano del mapa lingüístico somos conscientes de lo que decimos, pero no tanto de cómo lo decimos, olvidando que de nuestras palabras se puede desprende altanería, rechazo, burla, desprecio, orgullo, y también, por supuesto, sentimientos positivos como la aceptación, ternura, amor, comprensión o ayuda. Cuando estamos en momentos de tensión nos aceleramos porque nos pierden los modos, los nervios, los gestos, la excitación, la personalidad del otro, su aparente inaccesibilidad o simplemente el hecho de que no comparte lo que nosotros estamos diciendo. A veces es la propia persona la que no nos gusta, porque la percibimos como diferente y no le concedemos la más mínima oportunidad, apartándola de manera injusta y haciéndoselo ver con nuestro desdén en el lenguaje o una falta de atención, a veces, insultante. Es cierto que nos cuesta menos comunicarnos con personas con las que encontramos la conexión de manera inmediata, pero piense que el lugar de unión se puede encontrar, sólo hay que querer. La mayoría de estos factores se pueden controlar, trabajando en sus debilidades, proyectando los beneficios que conllevará el cambio de actitud y tratando a los demás desde el eje del equilibrio personal, sin abarcar el terreno del otro, sin conquistar su reino particular. Lo que nos sucede es que nos consideramos seres únicos y por eso no nos damos cuenta de que tenemos delante a otras personas que también se consideran y son únicas. Esto es lo que no entendieron las flores. Alicia en el jardín de las flores El viaje de Alicia por el País de las Maravillas tiene una interesante parada en el jardín de las flores, liderado por una rosa roja. Alicia, que previamente ha visto reducido su tamaño, llega a un jardín magnífico y sus coloridos habitantes la toman por uno de ellos. Las campañillas, los lirios, las margaritas, las rosas, los gladiolos ... todas las flores la aceptan, invitándola a cantar con ellas. Cuando le preguntan de qué clase de jardín viene y la niña dice que de ninguno, se inicia el rechazo porque piensan que es una flor silvestre y empiezan a sacarle defectos, que hasta ese momento no tenía: carece de aroma, su corola está desvaída, sus colores nos son vivos y el tallo es raquítico. Alicia se defiende diciendo que es una niña, pero las flores van más allá y la acusan de ser una hierba que no merece estar entre ellas. Las palabras cambian, se transforman. La amabilidad con la que le habían dado la bienvenida desaparece. Las flores pasan a calificarla de impertinente, presumida sin tener derecho a ello, y se vuelven burlonas, maleducadas y crueles, provocando en Alicia la huida. Esto es precisamente lo que nos sucede cuando percibimos al otro como diferente y no lo aceptamos, arruinando el entendimiento y dañando intencionadamente a la otra parte. La solución está en perfeccionar todas aquellas habilidades que nos proyectan hacia el otro, sacándonos de nuestros propios límites. Hay que prestar atención a lo que decimos, pero sobre todo a cómo lo decimos. Si queremos interactuar con los demás, lo primero es comprender al otro, su situación y sus sentimientos. Llegar a esa etapa sólo es posible a través de la escucha, de la sensibilidad empática. Un acto de cortesía En protocolo hay una figura que se denomina la cesión de la presidencia, que es uno de los mayores actos de cortesía que puede hacer un anfitrión, ya que según el artículo 4 del Real Decreto 2099/1983 es a él a quien le corresponde presidir los actos, ya que es el que los organiza. Pues bien, la comprensión del otro puede tener un paralelismo curioso con este ejemplo. Lo normal es que nos esforcemos en que nos comprendan primero a nosotros. Esto sucede en los conflictos que se generan el ámbito familiar y profesional. Primero yo y luego el otro, si queda hueco. Pero, ¿ha probado alguna vez a ceder la presidencia de la comprensión al otro? Esto requiere un cambio de paradigma, salir de nuestras dimensiones y mantenernos por encima de nosotros mismos. Las flores hicieron piña en torno a su clase ante la presencia de alguien que consideraban una intrusa, indigna de estar en ese paraíso y, por tanto, se encerraron más en sí mismas. Si cree que la comunicación tiene un fuerte impacto en su vida y que es una habilidad necesaria para alcanzar sus objetivos y una herramienta de trabajo para impulsar la ilusión en los demás, piense en su lenguaje, pero no olvide que únicamente un 7% de los que le llega al receptor tiene que ver con la comunicación verbal, esto quiere decir que hay que enfocar el faro de la vigilancia hacia el 93% restante, que es el lugar en el que se encuentra la kinésica, o comunicación no verbal, y los elementos fonéticos, tales como el ritmo, la velocidad, los matices, la entonación o el tono vocal. Es muy importante el qué, pero lo es mucho más el cómo. Usted decide si regala una rosa o una mala hierba.
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