Si esta pelea hubiese sido a comienzos del siglo pasado, probablemente los caballeros de ambos bandos se hubiesen batido a duelo. Pero la batalla sucede en pleno siglo XXI y por eso los directorios del Club de la Unión de Santiago y la Corporación Unión El Golf se enfrentaron en tribunales. Fueron tres largos años para decidir el uso de la marca y el logo. Hoy, sin pleitos judiciales de por medio, las aguas están más calmadas. Pero nunca tanto. Acogiéndose a un instructivo dictado por el Ministerio de Justicia, el directorio del club de "arriba" -como se le llama coloquialmente a la corporación ubicada en El Golf 50, considerada por muchos la versión 2.0 del tradicional club céntrico- citó el miércoles recién pasado a una asamblea general de socios, en la cual se discutió, entre otros puntos, el cambio de nombre de la institución para así evitar conflictos a futuro con sus parientes de "abajo". Para que se concrete este paso, sin embargo, tendrá que pasar cerca de un año más y en el camino, como ya ha pasado otras veces, todo podría quedar nuevamente en cero. Si bien ambos clubes funcionan hoy como corporaciones legalmente independientes, con estatutos y directorios propios, el plan original no era ése. En la década del '80, la mesa del Club de la Unión de Santiago planteó la opción de tener una casa en el sector oriente para visitar los fines de semana. La idea se concretó a mediados de los 90, cuando la inmobiliaria FFV les ofreció los primeros pisos y el subterráneo de un edifico que levantarían en Apoquindo con El Golf. La inversión del proyecto se estimó en alrededor de US$ 15 millones de la época y por eso se decidió crear una nueva sociedad y abrir acciones a nuevos socios, pero siempre con la idea de que fuera una sede del local del centro. El problema fue que la acción del club de "arriba" se encumbró a unos $ 8 millones en comparación con los cerca de $ 400 mil que cuestan las de "abajo": por eso, los socios de la nueva sede se opusieron a que los miembros del club del centro entraran al de El Golf pagando un exiguo derecho de uso. Entonces vino el quiebre y las demandas por el uso de la marca. Así las cosas, hoy los caballeros de "arriba" y los de "abajo" conviven en una seudotregua, donde sus similitudes y, en especial, sus diferencias hablan de un nuevo Chile. O más bien de una nueva elite chilena que se debate entre la tradición y la modernidad. Entre los apellidos vinosos y la nueva aristocracia del dinero, entre el gimnasio y la biblioteca. Con trincheras ubicadas, por un lado, en medio del centro histórico de Santiago y, por el otro, en el corazón de la efervescencia financiera del barrio El Golf. Entre presidentes y ejecutivos top "De un día para otro, nosotros que somos un club de tradición y prestigio pasamos a ser 'los de abajo', igual que la barra brava de la U", ironiza Alejandro Lira, presidente del Club de la Unión de Santiago, institución que lleva en pie casi un siglo y medio. Pero enseguida agrega que este apodo no lo toman como algo peyorativo, pues si hay algo que está claro es que ellos son el Club de la Unión: "de abajo, del medio y de arriba". Emplazado en un palacio de neoclásico de 18.000 m2, diseñado por Alberto Cruz Montt a comienzos del siglo XX, el club de la Alameda se enorgullece de haber tenido y tener entre sus socios a varios presidentes de la República -Ramón Barros Luco, los dos Federico Errázuriz y Arturo Alessandri Palma, entre otros-, parlamentarios, alcaldes, diplomáticos, buena parte del Colegio de Abogados y lo más granado de la sociedad chilena. "En los más de 20 salones de este club se hicieron los bailes de estreno más elegantes del siglo pasado, las tertulias más comentadas y hubo numerosas visitas de reyes. No hay edificio en Chile que le compita", dice un miembro de su Junta Calificadora, organismo encargado de revisar la aceptación y expulsión socios. Arriba, en cambio, están felices de que por sus 5.000 m2 -modernamente decorados por Enrique Concha en un espectacular edificio de cristal del arquitecto Borja Huidobro- se paseen las personas que hoy mueven al país. "Aquí ves a gente de Econsult, Celfin, LarrainVial, Euroamerica y Vision Advisors almorzar varios días a la semana. Los abogados, ingenieros, arquitectos y los profesionales hombres y mujeres más reconocidos del país son socios", dice Patricio Silva del Campo, presidente del directorio. De hecho, no es raro ver en alguno de sus seis salones a Pedro Pablo Gutiérrez, Canio Corbo, Jorge Errázuriz o a Fernando Barros, quien también es director de este club. "Arturo Yrarrázaval tiene todos los día una mesa reservada para al menos cinco personas y Jorge Fernández, de Camanchaca, almuerza aquí religiosamente los lunes", cuenta Silva del Campo. "Hace tres meses, por ejemplo, entraron dos importantes grupos económicos y al día siguiente anunciaron por la prensa una tremenda fusión. No puedo revelar quiénes fueron, porque una de las gracias de esta institución es que sus paredes no tienen ni oídos ni ojos", agrega orgulloso Eduardo Armijo, director de la Corporación Unión El Golf. Un asunto de estatus Símbolo de estatus, por años el club de "abajo" sólo aceptaba caballeros pertenecientes a lo que, a su juicio, era la elite nacional. No había espacio para gente de izquierda, ni siquiera para los democratacristianos. El apellido, el origen y la raza eran clave y ni hablar de que entraran mujeres. Pero la competencia y los nuevos aires que soplan han suavizado estas condiciones. "Hace alrededor de 10 años los criterios se flexibilizaron, Chile cambió y también lo hemos tenido que hacer nosotros. Desde 2006 las mujeres pueden ser socias e, incluso, en el último directorio se aprobó la entrada de Carmen Ibáñez, 'la regalona'. Gutenberg Martínez (DC) es también un respetado miembro del club. Más que el apellido, hoy miramos el Dicom de nuestros postulantes", explica Pablo Llorens, director de la institución. Pese a estos avances, un miembro de la Junta Calificadora asegura que el criterio sigue siendo buscar gente honorable y educada, que siga la tradición y las buenas costumbres. "Gente como el senador PS Alejandro Navarro probablemente nunca llegue a ser un miembro", dice. Además, cada vez que se postula a un nuevo socio se publica su fotografía a la entrada del club para que todos puedan pronunciarse. "Antes en Chile se conocía a 'todo el mundo'. Ya no. Por eso necesitamos la ayuda de nuestros afiliados", explica Llorens. Según cuenta un ex director del club del centro, sus mil socios -entre personas naturales y empresas- son gente de corte tradicional, sencilla y que aprecia la cultura: "Personas que se maravillan con la colección de pintura que tiene el edificio -Somerscale, Valenzuela Llanos, Fray Pedro Subercaseaux, Pedro Lira-, con sus esculturas, sus tapices, que les gusta almorzar con música de un piano en vivo y caminar por los suelos de mármol de Carrara. Gente que agradece que el mismo mozo hace 45 años le abra la puerta todos los días". Para este asociado, es justamente ahí donde radica la principal diferencia con el club de El Golf: "Allá entra el que pueda pagar y, en general, el perfil del socio es un ejecutivo joven, bueno para el 4x4 y sacudirse el estrés en el gimnasio. Un tipo que se cree culto simplemente porque viaja". Para Germán Ovalle, director del club de la Alameda, la institución de "abajo" es una casa, mientras que la de "arriba" es una oficina: un lugar de entrada y salida, donde los socios hacen gimnasia, comen y se van. Pero en El Golf 50 rechazan esta afirmación y creen que esos dichos pueden responder a algo de envidia porque a ellos les ha ido bastante bien desde que abrieron sus puertas el 2004. "Lo que tenemos aquí es una mezcla de vida empresarial y social. Esto es un solar de gente que quiere estar con sus pares, y tenemos a mil de esas personas. Evidentemente se hacen negocios, reuniones y eventos, pero en ningún modo son excluyentes de la vida social que hace la corporación", afirma Pablo Silva, director del club de "arriba". Asimismo, niegan que cualquier persona pueda ser miembro del club. Si bien son una institución abierta y no hay discriminación por origen o apellido, aseguran que existe una Junta Calificadora -que es el propio directorio- para velar de que sea gente honorable la que se integra a la institución. En todo caso, también miran el Dicom. Respecto de su perfil más joven y moderno, ellos lo asumen dichosos. "Probablemente yo soy el más viejo de este club y la mayoría de nuestros socios son personas entre los 35 y los 45 años, pero los hay incluso de 25. Eso no pasa en el de 'abajo', donde el grueso de los miembros debe tener como 70 años", ironiza Silva del Campo. Los socios del club del centro reconocen que entre todos sus miembros deben sumar varios miles de años, pero aseguran que está entrando gente joven, en su mayoría hijos de socios y gente del mundo bursátil. "Es refrescante ver a jóvenes de 40 años almorzando en nuestros comedores", comenta Alejandro Lira. ¿Gimnasio o wellness center? Por décadas, los almuerzos del Club de la Unión de Santiago han sido comentario obligado en los círculos de poder de Santiago. Famoso por sus platos abundantes de comida casera y sencilla, dicen que aquí se come el mejor fricasé de criadillas del país. En sus salones nacieron los tradicionales sándwiches Barros Luco, Barros Jarpa y Gorroño, aunque si hay tiempo y hambre la opción es el folclórico "Pancho Villa": porotos picantes con longanizas y huevo frito. Aseguran que hoy en día se venden cerca de 500 almuerzos diarios entre socios e invitados. "Esto es muy distinto a las opciones chic pero frugales que ofrecen en el club de 'arriba'", afirma mordaz un socio de "abajo". Si bien es cierto que en un comienzo la cocina del club de "arriba" estuvo en manos de un sofisticado chef belga, dado a las preparaciones extravagantes y escasas, hoy las cosas han cambiado. A comienzos de este año, el club contrató la asesoría de Elías Sánchez, dueño del hoy extinto Jockey Club del centro, para reformar su cocina. "La idea es que el club sea tu segunda casa, donde puedes comer lo que quieras, cuando y donde quieras. Así hay mesas en los bares, los salones, los comedores e incluso en el gimnasio", explica Pablo Silva. Eduardo García Tagle, gerente de este club, asegura que en la actualidad se venden más de 160 almuerzos diarios. Algunos a la carta en El Gastronómico, un estupendo comedor con moderna y prístina cocina a la vista. Allí, las horas de almuerzo son excusa también para ir al famoso gimnasio, conocido como Wellness Center & Spa, un espacio amplio, lleno de espejos y modernas máquinas de spinning, trote y elípticas -elegidas por el propio Hans Gildemeister-, además de sauna, baños de vapor, jacuzzi, piscina y todo tipo imaginable de servicios estéticos. Mientras, los de "abajo" pedalean sin tanto glamour en un gimnasio que antes fue la sala de boliche del club. Aseguran, en todo caso, que tienen la mejor piscina de la capital. Nada que envidiarle al de "arriba" aseguran los de "abajo" y viceversa. Un tira y afloja que ya lleva más de tres años y con final abierto. "Ojalá que esta pelea sea como las típicas de la elite chilena, sobre todo esas de derecha: la gente se junta para hacer cosas y luego se pelea, se divide, para al final volverse a juntar", remata un socio nostálgico. Uno de los pocos que aún se atreven a tener doble militancia. NOTA : SOLÍA IR A ALMORZAR AL CLUB ( ALAMEDA ) CUANDO TRABAJÉ CON DON CARLOS CHARME EN LA CCU Y EFECTIVAMENTE ERA MUY BUENO. DE LA MAYOR CALIDAD Y ESPECTACULAR AMBIENTE, CON LAS MÁXIMAS COMODIDADES DE LA ÉPOCA. FELICITACIONES A SUS EJECUTIVOS Y DIRECTORES POR MANTENER LAS TRADICIONES. AL CLUB DE EL GOLF NO HE IDO NUNCA A PESAR DE ESTAR A DOS CUADRAS DE MI OFICINA PERO SI CONOZCO A PATRICIO SILVA Y LO LLAMARÉ PARA IR A CONOCERLO |
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