Sarkozy marca distancias con el ultraliberalismo
Sarkozy, ha basado su triunfo en su capacidad para unir bajo su dirección a las tres corrientes de la derecha francesa: liberal, conservadora y social, a la vez que ha conseguido que la sociedad francesa rompa definitivamente con una socialdemocracia caduca.
Pero el presidente galo, aun entendiendo que las reformas liberales son la única vía posible para el desarrollo económico de cualquier país, esta lejos de ser un entusiasta del liberalismo, ya que personalmente sería más acertado definirle como neogaullista. Aunque sin duda en política exterior ha apostado por un giro atlantista en contra de su antecesor Chirac, Sarkozy sigue desconfiado en lo que a Europa se refiere y es partidario de fuertes intervenciones estatales. El nuevo presidente es consciente de que la importancia que concede a la mejora de la atención sanitaria, la investigación y la educación implica un reforzamiento del papel del Estado. Al mismo tiempo, la ecología es otra de sus prioridades, y no procede precisamente del ideario liberal. Como tampoco su política de control de la inmigración o reivindicación de la identidad nacional vienen de la derecha liberal francesa.
A Sarkozy, más que impulsar la libertad de los mercados, le interesa potenciar la economía francesa y reforzar el papel de Francia en Europa. La creación del nuevo gigante de la energía surgido de la unión del grupo GDF-Suez, ha contando con el apoyo entusiasta de Sarkozy, que ninguna intención tiene de iniciar una fiebre privatizadora de las grandes empresas estatales francesas (el estado francés posee el 79,8% del capital de Gaz de France GDF), en contra de lo que aconseja el liberalismo.
La política de Sarkozy se caracteriza por definir grandes objetivos nacionales, con más pragmatismo que prejuicios ideológicos, y por alejarse del tópico políticamente correcto, tal y como hemos podido comprobar con sus últimas propuestas para neutralizar la amenaza de los pederastas o su disposición para reunirse con Le Pen o incluir en su gabinete a socialistas. En materia económica no le da la gana entender la globalización como el comercio libre y voluntario entre individuos, para defender el papel del estado como garante de los intereses colectivos de la nación y se ha atrevido a contradecir a los gurús del ultraliberalismo, abogando incluso por las desprestigiadas políticas monetaristas, lo que le ha valido que desde las páginas de Libertad Digital en España, se le tilde de "necio intervencionista".
Pero quizás en lo que más se aleja del individualismo liberal es en su concepción de Francia y Europa. Su proyecto parece que deja traslucir algo más que un pensamiento en clave de conquista de nuevos mercados y consecución de datos macroeconómicos, al servicio del individuo, para entreverse la idea de la necesidad de una empresa colectiva, que remedie la carencia de grandes proyectos, tanto sociales como políticos de la vieja Europa.
Rodrigo González Fernández
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