Los secretos mejor guardados de las mujeres
Para la mayoría de los hombres, las mujeres estamos escritas en otro idioma. Somos como actrices extranjeras, como un ovillo de lana enredado, como una piedra rosetta. No entienden nada de lo que sentimos o necesitamos. Por ignorancia, intentan acercarse a nosotras de de manera formularia y superficial, y en consecuencia, la mayoría del tiempo nos sentimos vacías e incomprendidas.
No obstante, algunos hombres, por herencia o por azar, han podido entrever el nebuloso mundo femenino de otra manera. Sus hermanas charlatanas o sus incontinentes madres les han revelado, por ejemplo, que odiamos que nos ignoren, que no recuerden lo que les pedimos, o que huyan como ratas de una discusión.
Sin embargo, a pesar de estos torpes esfuerzos y revelaciones parciales, las mujeres seguimos siendo para los hombres, una bolsa llena de agujeros. Tenemos tantos secretos y atajos que es imposible llegar al centro.
Sigue ahora, una traducción esforzada y generosa de algunas molestas incógnitas que todavía guardamos a la sombra de la verdad. No creo que sirvan de mucho, pero mi ambición es poca: si un hombre más nos entiende, habrá valido la pena.
1) Vamos al baño juntas por necesidad
A los hombres les gusta inventar fábulas femeninas de corte lesbiano-inverosímil. Están convencidos, por ejemplo, de que el baño es para nosotras un bollero hamam en el que nos embadurnamos de lapiz labial transpirado y nos acariciamos el cabello mientras nos decimos, pegajosas bajo el vapor del secamanos, qué lindo nos queda el pantalón.
Es hora de que se sepa: cuando vamos al baño juntas no hablamos de ustedes ni nos manoseamos. Si vamos de a dos es porque nos llevaron a una fonda mugrienta en la que nuestra compañera tiene que sostenernos la puerta del baño o boxear contra otra mujer por el último cuadrito de papel higiénico. Mientras ustedes creen que "cuchicheamos" estamos combatiendo el cólera trepadas sobre una letrina y repeliendo murciélagos con la tapa del tacho de basura.
Y ya que estamos, tampoco jugamos a la guerra de almohadas cuando dormimos juntas, no nos secamos entre nosotras en los vestuarios, ni nos sentimos extrañas y confundidas cuando le pasamos bronceador a una amiga por la espalda.
2) Creemos que 10 + 10 es igual a 7
Las mujeres tenemos una matemática simbólica paralela. Mientras para el resto del mundo un número es un número, para nosotras son dos: el que decimos, y el que callamos. Las modelos, por ejemplo, tienen noventa centímetros de cadera; todas las demás mujeres, obviamente, tienen más, mucho más. Y sin embargo ¿Alguien escuchó jamás a una amiga decir que tiene «un metro» de contorno?
Lo mismo sucede con el peso: todas las mujeres pesamos 49 ó 59 kilos, y, si somos muy grandotas, 69, pero ninguna acusa 62 o 71. Nadie sabe tampoco quién usa talle large o extra large; porque todas somos (como mucho) medium, talle 1 ó 2 de medias, y 37 de zapatos. Tampoco es fácil descubrir la edad: todas las mujeres tenemos 29 ó 38 ó 49 años y medio; en 1977 y 1967 no nació nadie. Menos aún puede saber un marido «cuanto costó la remerita», porque siempre, absolutamente siempre, «estaba de oferta». Por último, nadie puede confirmar la cantidad de amantes que tuvo su novia antes, porque hay muchos "que no cuentan" y otros que es mejor olvidar.
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Saludos
Rodrigo González Fernández
Consultajuridicachile.blogspot.com
Renato Sánchez 3586
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