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Saturday, September 30, 2006

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Chile, país de gordos

   

 
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En 30 años, los chilenos han vivido una transición paralela a la política: la de su salud. Desde un ambiente de alta mortalidad infantil, desnutrición y enfermedades infecciosas a principios de los 70, a uno donde el deceso de recién nacidos y niños es escaso y la tasa de las llamadas enfermedades crónicas no transmisibles, especialmente la obesidad, alcanza un porcentaje importante de la población a inicios del siglo XXI.

El perfil de obesidad en Chile sigue un patrón de país desarrollado, señalan los expertos. Según cifras de la Junta de Auxilio Escolar y Becas, Junaeb, el 18% de los escolares chilenos son obesos, lo que deja a este país entre las naciones con más niños obesos en el mundo. Estados Unidos, en cambio, cuya población tiene severos problemas de peso, tiene menos niños obesos: sólo el 16%.

Y las otras edades en Chile tampoco presentan un panorama muy alentador. La Encuesta Nacional de Salud 2003 reveló que el 22% de la población adulta chilena es obesa, mientras que 38% presenta sobrepeso.

Esta alarma sanitaria sucede cuando la Organización Mundial de la Salud, OMS, ha declarado a la obesidad como una epidemia mundial con más de mil millones de personas adultas con sobrepeso, de ellas al menos 300 millones clínicamente obesas.

El problema se potencia cuando se atienden las nefastas consecuencias que el sobrepeso acarrea a la salud: éste puede llegar a reducir la esperanza de vida de una persona hasta en 10 años y representa una elevada carga económica para la sociedad.


¿Por qué Chile se puso obeso?

Para la presidenta del Colegio de Nutricionistas de Chile, Mirta Crovetto, el incremento de peso entre los chilenos puede explicarse por varios factores. Uno de ellos es el hecho de que “la población mejoró su nivel de ingresos. Esto hizo que tuviera acceso a una mayor oferta de alimentos, pero no hubo políticas que regularan la calidad de la comida a la que se estaba accediendo. Así, las personas se dedicaron a consumir alimentos procesados con alta densidad energética”.

A esto, agrega sus sospechas acerca de “la manera en que funciona el modelo económico que sustentamos, pues la exacerbación del consumo lleva también a comprar alimentos en mayor cantidad”.

La Estrategia Global contra la Obesidad para Chile (Ego Chile), iniciativa de la OMS aplicada en Chile por el Ministerio de Salud (Minsal), plantea que “al importante descenso de la fecundidad y la mortalidad en todas las edades, se suma el incremento de la esperanza de vida al nacer: hoy, las personas viven, en promedio, 17 años más que en 1965”.

También están el desarrollo tecnológico, la globalización de las comunicaciones y el comercio; los cambios ambientales, como el proceso de urbanización creciente, que ha mejorado el acceso al agua potable y alcantarillado, disminuyendo las enfermedades infecciosas.

Los cambios socioeconómicos, como la capacidad de compra de alimentos y otros, han impactado el estilo de vida de los chilenos, generando consecuencias negativas. Un ejemplo de ello es el cambio en el estilo de alimentación hacia una dieta caracterizada por un alto consumo de alimentos procesados, como comida rápida rica en grasas totales, grasas saturadas, ácidos grasos trans, azúcares simples y altamente calórica.

Además ha aumentado la compra de bienes de consumo que disminuyen la actividad física, como sucede con el uso de automóviles, electrodomésticos y televisores. De hecho, el sedentarismo afecta a más del 90% de la población chilena.

De acuerdo a las estadísticas actuales, en 2010 Chile tendrá 4.350.969 personas obesas. De ellas, 2.732.015 corresponderán a adultos, casi 1 millón 300 mil serán niños y 324.305 adultos mayores. Sumado a la población con sobrepeso, equivalente a 4.679.400, se alcanzaría un total de 9.030.369 personas. Es decir, casi 10 millones de chilenos afectados por sobrepeso para el bicentenario.


¿Qué comen los chilenos?

Chile es uno de los países de más bajo consumo de pescado en el mundo: no más de 7 kilogramos (kg) por habitante al año en los últimos 30 años, frente a los 75 kg que cada chileno consume al año en otras carnes (bovinos, cerdos, aves). En Perú, el consumo de pescado per cápita es de 22 kg al año, en España la cifra supera los 30 kg y en Japón sobrepasa los 50 kg al año.

Lo mismo ocurre con las verduras y frutas: el promedio de consumo diario en Chile es de 166 gramos (gr) por habitante, mientras que la OMS recomienda consumir al menos 400 gr de vegetales al día.

Investigaciones cualitativas del Instituto de Nutrición y Tecnología de los Alimentos, Inta, difundidas en agosto de 2006 por el diario La Tercera, revelaron el dramático cambio alimentario en Chile durante los últimos 40 años.

Según se indica, en Chile se han instalado hábitos alimentarios “modernos”, como las bebidas gaseosas al almuerzo, las pizzas de fin de semana, o las hamburguesas preparadas con apuro por padres con escaso tiempo para cocinar.

La nota señala que hace 30 ó 40 años el consumo de legumbres era diario –como persiste aún en países como Brasil. Ahora, en cambio, es menos de una vez por semana en Chile.

Lo mismo que un bebé de antes sólo comía frutas frescas, en compota o zumos, y hoy es común que ingiera yogurt, flanes y otros productos calóricos. En el caso de las verduras, la población prácticamente no las incluye en la preparación de los alimentos y ha restringido su consumo a las ensaladas.

El pediatra Carlos Castillo, parte del equipo investigador el Inta, menciona la pérdida de hábitos clave para poder contrarrestar la ingesta de alimentos procesados e hipercalóricos y, claro está, de la obesidad: “No sólo estamos dejando de escoger lo que comemos, además se está perdiendo la costumbre de enseñar a cocinar a los niños, una de las únicas herramientas para promover formas naturales de alimentación. Lo mismo ocurre con la pérdida de horarios de alimentación familiar, como el almuerzo y la cena, elementos cruciales en la transmisión de hábitos alimentarios”, indicó al periódico.


¿Cómo enfrenta Chile la obesidad?

En 2000, el gobierno de Chile se fijó como meta reducir la obesidad desde un 16% a un 12% en 2010. Para ello, en 2004 el Minsal comenzó a implementar una estrategia dirigida a embarazadas y niños menores de 6 años que se atienden en consultorios con el objeto de prevenir la obesidad a temprana edad.

Además, está la Estrategia Global contra la Obesidad anunciada por el gobierno en julio de 2006. Su objetivo es fomentar una alimentación saludable, promover la actividad física y vigilar el etiquetado nutricional obligatorio de los alimentos, norma que comienza a regir en noviembre de 2006.

La idea es “promover una imagen positiva de los alimentos, señalando que una alimentación saludable es compatible con el placer, sin olvidar la dimensión social que la comida tiene en nuestra cultura”. Esta estrategia multisectorial, se formalizará mediante recomendaciones, acuerdos y compromisos voluntarios, autorregulación y regulaciones existentes.

Por su parte, en una reciente sesión especial el Senado planteó una serie de medidas para enfrentar el tema de la obesidad que afecta a niños y adultos.

Las propuestas van desde establecer una regulación más estricta del etiquetado de los alimentos, pasando por garantizar que todos los establecimientos educacionales municipalizados desde Santiago al sur cuenten con gimnasios o multicanchas techadas para practicar deportes, hasta asignar recursos para que los municipios financien la apertura de dichos recintos los fines de semana.


Costos y enfermedades que se asocian a la obesidad

Según declaró a la prensa el diputado Roberto Sepúlveda (RN) en junio de 2006, “actualmente, Fonasa reconoce que gasta 200 millones de dólares en prestaciones de tratamientos para diabetes, infartos, hipertensión. Por ello, se estima que entre un 5% y un 7% del gasto de atenciones en salud es derivado de la obesidad”.

Tampoco resulta un misterio que la obesidad está asociada a muchas complicaciones que generan problemas que afectan notablemente la salud y la calidad de vida de las personas que la sufren.

Coronariopatías e infarto de miocardio: la obesidad incrementa el riesgo de enfermedad coronaria, insuficiencia cardiaca, falla cardiaca y muerte por infarto de miocardio.

Hipertensión arterial: las personas que presentan un sobrepeso del 20% o superior desarrollan hipertensión arterial con una frecuencia 10 veces mayor.

Hipercolesterolemia e hipertrigliceridemia: la obesidad conlleva al aumento de los niveles de colesterol y otras grasas en la sangre, lo que genera alteraciones coronarias e infartos de corazón.

Diabetes: la obesidad se relaciona mucho con la diabetes tipo II o diabetes no insulinodependiente.

La intolerancia que presentan estas personas a la glucosa es proporcional a los años del paciente, duración de la obesidad e incremento de peso. Por ejemplo en personas que presentan un incremento de peso del 45% o superior el riesgo de diabetes se multiplica por 30.

Cálculos biliares o piedras de la vesícula biliar: más de 1/3 de mujeres de 45 años que presentan un sobrepeso del 100% padecen piedras en la vesícula biliar.

Insuficiencia respiratoria y problemas pulmonares: la obesidad puede conducir a problemas respiratorios; trastornos bronquiales, apnea o trastorno respiratorio del sueño, embolismos pulmonares que pueden evolucionar a hipertensión pulmonar, hipertrofia ventricular y fallo cardiaco.

Alteraciones de la menstruación: puede ocurrir que las personas obesas sufran de alteraciones de la menstruación e infertilidad.

Cáncer de útero: los elevados niveles de estrógenos que presentan estas personas parecen ser los responsables de hiperplasia y cáncer de matriz que padecen.

Alteraciones dérmicas e infecciones fúngicas de la piel: los pliegues de la piel favorecen las infecciones y la colonización de ésta por hongos y/o parásitos.

Problemas óseos y articulares: el sobrepeso que soporta el esqueleto produce problemas articulares y de columna.

Problemas psicosociales: las personas con sobrepeso están sometidas a un gran estrés que puede desembocar en trastornos depresivos.
 
     
     

 

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