Jaime Guzmán: sociedad y valores
por Jorge Jaraquemada, Director Ejecutivo de la Fundación Jaime Guzmán
Jaime Guzmán fue un descubridor, un motivador y formador de liderazgos y vocaciones de servicio público. A eso se dedicó con ahínco, hasta que las balas del odio y de la intolerancia le arrebataron abruptamente la vida. De eso ya hace 20 años. Lo hacía porque estaba convencido de que la construcción de una sociedad libre y responsable, sustentada en principios y valores, era buena para Chile y para su gente.
Por eso este día nos provoca emociones encontradas. Por una parte, tristeza y dolor al recordar los días aciagos que siguieron a su muerte y los largos 20 años de impunidad de la que han gozado sus asesinos. Por la otra, satisfacción porque al cabo de estos años, al fin, las ideas que Jaime divulgó con tanta pasión son compartidas desde el gobierno y porque cientos de jóvenes profesionales formados en las mismas convicciones y valores que animaban a Jaime, se han incorporado resueltamente a los equipos de gobierno, decididos a colaborar en la construcción de ese ideal de sociedad.
No obstante, si Jaime estuviera vivo, probablemente, no estaría conforme. Una ligera sombra oscurecería su mirada al observar el tipo de sociedad que estamos viviendo. Vería una sociedad donde los valores se han reblandecido y que ha erigido como tótem sagrado a los intereses, pero no el interés preocupado por el bien del otro, sino esos intereses mezquinos -ya sean personales, comerciales o políticos- que tienden a predominar por doquier y de un modo alarmante, por sobre los intereses realmente generales o de bien común. Observaría, también, que nuestra sociedad parece sometida a la impresión nociva y ciertamente altanera, de que al hombre todo le está permitido y, por ende, que su autonomía personal no necesita reconocer límite alguno.
Este orden de cosas que se ha configurado en las últimas décadas pasa por una pérdida de prestigio del rol que juegan los valores en la sociedad, y de la actitud de mantener un comportamiento coherente con las propias convicciones. Este prestigio es horadado cada vez que se relativiza el bien y el mal, dejando caer a la verdad como la primera víctima; cada vez que se dejan de lado los principios para someterse a los vaivenes de las encuestas; cada vez que el menor descuido de unos, genera una oportunidad para que otros saquen el máximo provecho, y cada vez que alguien abusa de su investidura y traiciona la confianza e incluso, la inocencia de la gente.
Por eso Jaime hoy miraría con esperanza y, ciertamente, con orgullo, que tantos jóvenes profesionales hayan optado por el servicio público incorporándose al gobierno. Jóvenes con sentido de la libertad, pero también de la responsabilidad y de la justicia, que entienden que es necesario sobreponer la ética a la política, a la economía y a la ciencia, y que no están dispuestos a dejar que sus conciencias se adormezcan ante injusticias que luego intentan ser explicadas alegando la primacía de la autonomía personal para decidir qué es lo bueno. Jóvenes, en fin, que han entendido que lo esencial del servicio público que alentaba sin reservas Jaime Guzmán, tiene que ver con ser fiel a las propias convicciones, tanto en la coherencia con las ideas, como en el ejemplo de vida.
CONSULTEN, OPINEN , ESCRIBAN .
Saludos
Rodrigo González Fernández
Diplomado en "Responsabilidad Social Empresarial" de la ONU
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