A lo largo de la Historia, debemos  destacar el importante rol que ha jugado la Educación como el gran proceso de  formación del ser humano en la constitución de la Sociedad y de cómo de sus  virtudes y defectos han partido los pro y los contra del comportamiento  colectivo. Hemos advertido del gran reto ambiental que constituye el  recalentamiento global y el compromiso educativo de poner en funcionamiento una  educación reflexiva que nos ayude a comprender orgánicamente la necesidad de  emprender cambios sustanciales en nuestros roles de consumidores de energía, ya  que los despropósitos que la ignorancia en la materia nos ha proporcionado, ha  conducido al derroche irresponsable del calor con el cual hemos minado los  límites de la atmósfera para asimilarlo. Por ello debemos construir otro  concepto, el de la energía educativa, llamada a regular el derroche de la  primera, generando aciertos inteligentes en la conducción del Individuo y la  Sociedad en lo referente al manejo de la energía.
Por  eso, debemos llenar de energía educativa el plan de estudios de todos los  niveles en todos los países del planeta, para llevar de la escuela al hogar, el  plan masivo de racionalización energética que permita cumplir con las  expectativas del Protocolo de Kioto y más allá de éste, iniciar el impostergable  plan mundial para la disminución de la fiebre del planeta.
En la  implementación de ese plan, creemos en la gradualidad en la disminución de uso  de los combustibles fósiles, en el desarrollo de las tecnologías de las energías  renovables, en la erradicación progresiva de la emisión de gases de efecto  invernadero. Por ello es fundamental la formación en la civilización humana de  una ética de la energía que permita  valorar el consumo de la misma y no  considerar su aumento como un indicador de desarrollo como ha ocurrido hasta  ahora, ya que esos falsos paradigmas hacen mas difícil la tarea de la  disminución de la energía que se usa, muy superior a la energía necesaria para  vivir. Ciertamente, se hace muy difícil llegar a un consenso práctico en torno a  la racionalización energética, debido al patrón derroche de energía =   poder, que se ha establecido en la contemporaneidad y que resulta en un concepto  primario tanto para las interpretaciones del capitalismo como para el  socialismo, siendo entonces que ambas doctrinas, consolidadas en el siglo XIX  antes de la evaluación mundial de los subproductos contaminantes de la  revolución industrial, procuran la utilización desproporcionada de la energía  como elemento de desarrollo y, por lo tanto, son visiones tanto inconvenientes  como desactualizadas para afrontar con éxito el futuro de la  Humanidad.
Por ello es que el mundo necesita una evolución social que  parta de la comprensión ecológica y que propicie el desarrollo sustentable de  todas las naciones de la Tierra en una visión de  equilibrio con la  naturaleza, superando las viejas doctrinas de las confrontaciones seculares  entre razas y entre clases, haciendo un verdadero y auténtico esfuerzo educativo  por la valoración y el respeto a la diversidad de pensamiento, que nos permita  expandir nuestra perspectiva y compromiso con el bienestar y con la  vida.
No es la violencia la primera palabra y actitud que deben aprender  los niños de la Tierra. Es precisamente la palabra y la actitud que deben borrar  en la cartilla de su aprendizaje, para emprender el conocimiento y la vivencia  de la Fraternidad, el tercer valor que nos enseña que la Libertad y la Igualdad  no son en modo alguno absolutos, sino complementarios. Allí radicará el éxito y  la propia posibilidad de un futuro para la Humanidad y la vida en el  planeta.
Rector de la Universidad Bicentenaria de Aragua
josegerardoguarismaalvarez@gmail.com
Rodrigo González Fernández
DIPLOMADO EN RSE DE LA ONU
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